Los griegos celebraban a héroes como Aquiles, Odiseo, Hércules o Alejandro Magno, y a heroínas como Antígona o Penélope. Los romanos, a héroes como Eneas, Escipión el Africano o Julio César, y a heroínas como Lucrecia.
Por Enrique Sánchez. 27 septiembre, 2022. Publicado en Correo, el 27 de setiembre de 2022.
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A pesar de sus errores o desmesuras, eran modelos de fuerza, astucia, audacia, fidelidad, honor o valentía.
El cristianismo celebra a Jesús como héroe entre los héroes; como Maestro y ejemplo de vida. A María: a la que nunca se alabará lo suficiente (san Bernardo). Y a miles de santas y santos, héroes de la caridad, cuyas virtudes serían un reflejo del rostro de Dios. Ellas y ellos traslucen los ideales de bien, verdad y belleza.
La Posmodernidad, hastiada tras la Segunda Guerra Mundial, el Holocausto y el estalinismo, bajó los brazos. Descreyó del ser humano. Escarneció el ideal. Deconstruyó todo relato inspirador, toda autoridad moral, todo sentido trascendente. Mató al Padre. Sustituyó al héroe por el antihéroe desnortado y perdedor.
Federer y Nadal son, acaso, los dos mejores tenistas de la historia. Roger creció en las alturas gélidas de los Alpes suizos. Rafa, en las aguas latinas y mediterráneas de Mallorca. Les une una gran amistad. Y les hermanan sus valores humanos. La fidelidad a sus esposas. La centralidad que conceden a la familia. La elegancia, siempre, en la victoria y la derrota.
Ojalá tengamos modelos de vida inspiradores. Quizá sean figuras religiosas como Jesús, María y las santas y santos. Quizá, transformadores sociales como Gandhi, Luther King o Mandela. Quizá, creadores como Da Vinci, Montaigne o Frida Kahlo. Quizá, emprendedores o científicos como Edward Jenner o Marie Curie. Quizá, deportistas tan bellos de espíritu como Federer y Nadal.
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.
