La narrativa del engaño

En un mundo donde los medios de difusión de mensajes sociales son casi ilimitados, no existe una real conciencia de que el Derecho puede ser manipulado a cambio de una dosis de activismo con un ropaje de imparcialidad.

El 7 de diciembre será recordado como otro día nefasto en nuestra historia, cuando Pedro Castillo tentó un golpe de estado que no llegó a su consumación por diversas razones que públicamente conocemos. Sin embargo, el problema no acabó en aquel instante, pues el resto de días hubo manifestaciones públicas, saqueos, denuncias de abusos policiales, entre otros. Como últimamente sucede en el país, dependiendo del lado en que nos encontremos -izquierda o derecha-, la narrativa crítica cambia y el Derecho, que es una ciencia social, se convierte en una herramienta de polarización que es utilizada por abogados que, detrás de un aparente disfraz de protectores de legalidad, dan rienda suelta su activismo. Así, a los abusos de la Policía, un sector los encasilló como actos propios de su función; al golpe de Castillo se le quiso bautizar como una simple impericia política sin consecuencias nefastas; a los allanamientos u operativos de la Policía, se les calificó de arbitrarios porque no esperaron la concurrencia de los letrados para salvaguardar los derechos de los partidos socialistas.

En un mundo donde los medios de difusión de mensajes sociales son casi ilimitados, no existe una real conciencia de que el Derecho puede ser manipulado a cambio de una dosis de activismo con un ropaje de imparcialidad. No es un dato menor que, dada la capacidad lesiva de mensajes sociales que difunden hechos falsos, un sector de la doctrina plantee la posibilidad de sancionar las fake-news, empero, en tanto esa discusión persista, hoy la población y el mundo jurídico podrán seguir siendo víctimas del ocaso del Derecho como ciencia y su aparición como medio de manipulación.