La televisión peruana agoniza y, para salvarla, se necesitan comunicadores audiovisuales. El Perú requiere profesionales que conozcan bien el campo y que —sobre todo— tengan un interés real por comunicar.
Por Dirección de Comunicación. 11 agosto, 2023. Publicado en El Comercio, el 5 de agosto del 2023.Artículo escrito por Adriana Correa, alumna de la Facultad de Comunicación.
Vulgaridad. Morbo. Banalidad. Estas palabras describen el estado de la televisión peruana, más cercana al concepto de “caja entorpecedora” que al de “caja mágica”.
Hoy, ni siquiera cambiar de canal libra al espectador de formar parte de aquella masa que consume horas y horas de contenidos producidos para apagar la mente: desde reality shows que evidencian la falta de cultura general de la farándula peruana hasta programas pseudohumorísticos que, mediante insultos y “chistes”, perpetúan estereotipos que dañan a las poblaciones andinas y selváticas.
Formatos que las cadenas televisivas repiten hasta el hartazgo y los productores alargan por temporadas infinitas para así lucrar con ellos hasta convertirlos en un cascarón de lo que originalmente fueron. La creatividad ya no existe en los canales peruanos: la programación actual no es más que un refrito de la de hace algunos años.
Para Edgar Morin, pensador francés que reflexionó en torno a la cultura de masas, la obsesión por conseguir una audiencia cada vez mayor es “la primera condición para hacer una televisión superficial y degradar la producción cultural”.
Es esta obsesión por el rating lo que ha llevado a que la industria televisiva nacional encuentre comodidad en el estancamiento, en comprar las ideas exitosas de las cadenas globales y adaptarlas a nuestro país. No hay originalidad, ni identidad, solo interés monetario. Para el Perú, innovar parece no valer la pena si es que no hay certeza de lograr réditos inmediatos.
La televisión se ha limitado, entonces, a la innecesaria prolongación de contenidos que contribuyen a la creación de una sociedad adormecida, que sabe más del último chisme de la farándula que de la realidad política del país, que se burla de su propia cultura y margina a sus compatriotas porque ha interiorizado que está bien reírse de quienes hablan y lucen como la Paisana Jacinta o el Negro Mama.
La televisión peruana agoniza y, para salvarla, se necesitan comunicadores audiovisuales. El Perú requiere profesionales que conozcan bien el campo y que —sobre todo— tengan un interés real por comunicar, es decir, que busquen entablar una conexión auténtica con su público y tengan como objetivo transmitirle información que contribuya a su desarrollo integral. Es necesario que quien trabaje en las cadenas televisivas cuente con una formación que parta de la idea de que la comunicación es un proceso de mutuo enriquecimiento —no de empobrecimiento, como ocurre en nuestro país— a través del cual el ser humano puede superar las limitaciones que tiene para conocer y entender el mundo. Solo así se podrá garantizar la calidad de los contenidos.
El Perú requiere de comunicadores porque nuestra educación universitaria concibe a la creatividad como uno de sus pilares y nuestros docentes siempre nos invitan a ver la novedad en lo cotidiano, a observar las cosas desde ángulos poco explorados. Por tanto, podemos brindar ideas para reestructurar la programación actual: plantear nuevos formatos que partan de las riquezas del Perú y su gente, que transmitan nuestra identidad nacional.
Somos profesionales con la formación ética necesaria para lograr que la representación audiovisual de un grupo o población se haga con respeto, desde una perspectiva humana, digna, alejada de los estereotipos.
Solo así contribuiremos a que aquella “caja entorpecedora” sea mágica otra vez.
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.