La cultura es como una moneda, tiene dos caras: por medio de ella, el ser humano puede expresar sus creaciones y pensamientos más honorables; y, también, puede mostrar lo más sórdido y ruin que puede llegar a ser una persona.
Por Alberto Requena. 25 septiembre, 2023. Publicado en El Tiempo, el 23 de setiembre de 2023.Es muy común escuchar decir que lo que hace falta a un país es una fuerte identidad cultural, ya que su ausencia solo acrecienta los problemas sociales. ¿Será así de sencillo?
La cultura es como una moneda, tiene dos caras: por medio de ella, el ser humano puede expresar sus creaciones y pensamientos más honorables; y, también, puede mostrar lo más sórdido y ruin que puede llegar a ser una persona.
Hoy en día existe una visión “buenista” de la cultura; se le sigue relacionando con ese lado positivo del quehacer humano, como las humanidades, el arte o el patrimonio; y no es incorrecto. Pero, no es lo único con lo que se le debe vincular. La cultura supone, además, los valores, las normas y tradiciones de una comunidad. El hecho de que una tradición sea cultural no la hace buena en sí misma. No toda la cultura aporta a la educación de las personas. De hecho, tirar la basura a la calle o miccionar en la vía pública (y que no reclamemos) es un patrón cultural. Hay sociedades donde eso no se tolera, porque su patrón cultural es diferente. En ambas situaciones podemos notar que la cultura está presente. Si eso no es cultura, ¿qué es? … ¿naturaleza?
La identidad cultural no resuelve, necesariamente, los temas ciudadanos. Este vínculo puede tener dificultades para ser demostrado. Quizás, hay una firme creencia en otro concepto más antiguo llamado patriotismo: dar la vida, inclusive, por la tierra o por el hogar. “¿Cómo un patriota haría daño a su casa?”. La noción de identidad cultural es compleja. Hablar de ella es presuponer que existe un sujeto colectivo del cual puedes formar parte o no. Si bien esto tiene cierto asidero, aquella identidad solo se limita a plantear una relación de pertenencia o exclusión, pero no de acción. Puedo sentirme muy peruano, pero ello no impide que mienta a un profesor o sea un terrible vecino. ¿Por qué damos por sentado que la ecuación “a más identidad cultural, más ciudadanía” es una verdad absoluta?
La ciudadanía necesita ordenarse desde ciertos valores. Si asumimos que la gente se portará bien solo porque existen normas o leyes, estamos engañándonos. Las sociedades llegan a establecer elementos culturales a los que les dan valor. Así, hay quienes son impuntuales o cizañosos, pero su entorno social no ve dichas acciones como incorrectas. De hecho, las fomentan, al avalar o justificar ese actuar. Para corregir esto, ¿qué debemos comenzar a valorar? La respuesta es retadora: necesitamos afianzar las virtudes y no los vicios. Deberemos escoger ese lado de la cultura que fomente la solidaridad, la amistad y el diálogo; y, desalentar esas plagas contrarias al florecimiento humano, como el chisme, la ociosidad o la envidia, por mencionar algunas.
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.