25

Abr

2024

De la polarización a la concordia

El "homo sapiens" no tiene apenas colmillos, ni garras, y corre menos que un lobo o un felino. Es un animal inerme, que fue presa de otros animales durante cerca de doscientos mil años.

Por Enrique Sánchez. 25 abril, 2024. Publicado en El Peruano, 20 de abril del 2024.

¿Cuánto tiempo duraríamos en la selva amazónica, solos y sin herramientas? Sin embargo, el ser humano logró escapar a su condición de presa gracias a dos capacidades potentísimas: el pensamiento abstracto y la sociabilidad. Gracias al pensamiento, fabricó herramientas, creó la ciencia y la tecnología y transformó el entorno. Gracias a la sociabilidad, formó comunidades humanas, alianzas, redes de protección y asistencia mutua: familias, clanes, tribus, pueblos y naciones.

Somos tribales; nos apiñamos en tribus o grupos. Y cohesionamos la tribu a través de la cooperación, la lealtad y la identificación con el grupo, porque la unión hace la fuerza; el todo es más que la suma de las partes; y, porque formar parte de una tribu o grupo (político, religioso, cultural, nacional, etc.) nos ofrece seguridad, identidad y sentido de pertenencia. Pero, el tribalismo tiene también su cara oscura, como el etnocentrismo: considerar el propio “ethnos” (pueblo, nación), el propio grupo, como referencia única de valoración; o la desconfianza y hostilidad hacia otros grupos. También, la oposición maniquea entre “nosotros” (buenos) y “ellos” (malos); y, la búsqueda de un enemigo común (o un chivo expiatorio), para reforzar la unidad del grupo.

Somos emocionales. Sentimos, antes que pensamos. Tenemos intuiciones morales, que luego justificamos con razones. Y, nos contagiamos, nos dejamos llevar, por las acciones, opiniones, emociones y deseos de la tribu y el entorno cercano. Dime con quién andas y te diré quién eres. Además, nuestro pensamiento está sujeto a sesgos y distorsiones, como el prejuicio de confirmación: buscar la información y las interpretaciones que confirman nuestras hipótesis o creencias; la falacia del hombre de paja: simplificar o caricaturizar las ideas del otro. Así como el efecto halo: deducir, de impresiones generales de una persona o grupo, cualidades específicas (positivas o negativas); y, el sesgo de grupo: sobreestimar o subestimar las cualidades de alguien, en función del grupo al que lo asociamos.

Nuestra esencia tribal y emocional ha favorecido siempre la empatía hacia personas de nuestro grupo y la deshumanización de personas de otros grupos. Así, la rivalidad entre los Capuleto y Montesco en Romeo y Julieta o entre los puertorriqueños y neoyorquinos antiguos en West Side Story. Pero, esa polarización entre grupos, ese antagonismo entre polos opuestos, ha aumentado con las redes sociales, porque sus algoritmos están programados para ofrecernos ‒viralizar‒ la información que más nos atrae, de modo que pasemos más tiempo en la plataforma y veamos más anuncios. Y, lo que más nos atrae son las emociones fuertes, el discurso airado, lo dramático. Tampoco nos resistimos a las polémicas, donde personas de nuestro grupo aparecen como inteligentes, buenas y verdaderas; y las del grupo contrario como torpes, malas y mentirosas. Luz y tinieblas. Víctimas y victimarios. Presas y depredadores, de los que hay que defenderse como sea.

Por todo ello, se forman en las redes clústeres: grupos de personas e instituciones muy conectadas entre sí, pero con muy pocas conexiones con otros grupos. Se generan así cámaras de eco o burbujas ideológicas, donde llega muy poca información que no sea partidista; donde sólo se escucha el eco de la propia ideología. Se viralizan así las medias verdades/mentiras, la desinformación, las narrativas falsas; el ruido y la furia. Las personas se sumen en un torbellino de emociones negativas, que las lleva a sentirse víctimas del otro grupo opresor, a odiarlo, y a buscar justicia/venganza.

¿Cómo escapar de esa espiral de polarización? Siendo conscientes de cómo el tribalismo, las emociones y los sesgos cognitivos distorsionan nuestra percepción de la realidad; consumiendo una dieta equilibrada de noticias y análisis, en cantidad (poco tiempo) y en variedad de perspectivas ideológicas. También, evitando atribuir motivos torcidos a las personas por identificarse con otro grupo o defender otras ideas; ampliando nuestras conexiones vitales y amistades con personas de orígenes diversos. Escucharlas. Comprender que cada persona está condicionada por su entorno social, sus experiencias, su biografía; por su dolor y su misterio; y, que nos hermana una misma condición humana; la incertidumbre, la fragilidad, la pérdida, la muerte; la búsqueda de sentido; y, el deseo de felicidad: de amar y ser amados.

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