Astrid Aguilar dirige el Coro de la Universidad de Piura desde hace 10 años, en Lima. Y, está convencida de que la educación musical no es solo para quienes buscan dedicarse a la música.

Por Gianfranco Quispe Alarcón. 12 julio, 2024.

“En el aprendizaje musical se involucra el cuerpo, la inteligencia, la concentración, la capacidad de análisis, la memoria y, además, la música nos conecta con nuestro lado espiritual, lo cual es vital”, señala.

¿Cómo descubre su vocación musical?

Cuando era niña, me gustaba la música porque me sentía bien haciéndola. Porque era feliz y, además, porque notaba que las personas que me escuchaban cantar también lo eran. Entonces, se complementaba el sentirme feliz y el hacer feliz a los demás a través de mi canto.

Después, cuando decidí profesionalizarme en la música, hubo un proceso de reflexión mientras tomaba cursos como Historia de la Música, Estética, Filosofía de la Música, entre otros. Comprendí que el arte nos permite conectarnos con lo trascendente.

¿Cómo ve las expectativas de los estudiantes de música, hoy?

Hay muchísimo talento en el Perú. Pero el talento no es suficiente. ¡Hay que amar la música! Por ese amor, los alumnos del coro están dispuestos, por ejemplo, a sacrificar horas de descanso para ensayar. Podrían disfrutar de los videojuegos, pasar el rato con sus amigos, ver alguna serie, pero en ese tiempo preparan el repertorio que se va a presentar, ya sea en un recital, en una misa o en algún festival de coros universitarios. Su amor por la música los ayuda a forjar un sentido de disciplina y compromiso.

Y, ¿qué pasó con el Coro y la educación musical durante la pandemia?

Cuando llegó el COVID 19 y nos encerraron a todos, pensé en el futuro del coro. Estaba la plataforma Zoom, pero descubrimos pronto que no estaba hecha para que suenen varias voces a la vez. Entonces, no reunimos con los jóvenes del coro y armamos un plan de trabajo para seguir haciendo música. Nos enfocamos en la práctica de la lectura musical y en el entrenamiento vocal. Mi horario estaba copado de lunes a viernes, pues las sesiones eran individuales. Atendía a cada uno de ellos. De este modo, superamos las restricciones y limitaciones de estas plataformas. Pero lo más importante es que, en esos dos años, la música ayudó a los jóvenes a sobrellevar el encierro, el dolor, el miedo…

Se obtuvo provecho del contexto…

Sí, claro. A pesar de que estaba la familia en casa, para muchos jóvenes, el confinamiento fue una etapa de mucha soledad. Sin embargo, gracias a la actividad musical y a las bondades de internet, pudieron interactuar con integrantes de otros coros del mundo otros coros; por ejemplo, participando en festivales corales virtuales, compartiendo experiencias con cantantes de coros universitarios; incluso, hubo sesiones de trabajo con directores de coro de universidades hermanas. También participamos en algunos proyectos corales como la grabación del Himno del Bicentenario del Perú, junto a coros de distintas partes del país, y formamos parte de la gran coral Voces de Latinoamérica, que congregó a 200 coros de toda América Latina.

¿Todos podemos cantar?

Muchas personas dicen “yo no sé cantar, no tengo talento, yo canto feo”, pero en realidad no han tenido la oportunidad de desarrollar y explorar esa faceta. Yo no creo que haya ser humano que no cante. Así como hablamos, también podemos cantar, es una cuestión de práctica. Es una pena que, pese a la omnipresencia de la música en nuestras vidas, ya no se cante y que se considere que solo es para cantantes profesionales.

Entonces, ¿se debería promover la actividad coral en todos los ámbitos educativos?

Se debería hacer música coral en todos los ámbitos: en el jardín de infantes, en el colegio, en la universidad, en el trabajo, en la iglesia, en los barrios… El canto coral proporciona un espacio de recreación y, a la vez, de compenetración entre seres humanos y de identidad, porque se trabaja en torno a un objetivo en común. Nos conecta con la belleza.

En un coro se vive todo esto.

¿Qué habilidades y fortalezas se desarrollan con la educación musical?

Primero, disciplina y mucho sentido de responsabilidad, porque las personas se comprometen a asistir a los ensayos puntualmente. Al aprender el repertorio ejercitan la memoria, la concentración, etc.

También, se desarrollan otras habilidades como la tolerancia a la frustración, la paciencia, la perseverancia (porque no todo sale en el primer intento); además, entra en juego el amor propio. En un coro no basta con tener una voz bonita, sino se debe ser afinado, tener sentido musical, capacidad de escucha para cantar con otros. Todos los integrantes del coro crecen al aceptar sus fortalezas y debilidades y al ayudarse mutuamente. Además, se aprende a dominar el cuerpo (en el buen sentido), porque hay que tener control de la respiración, de la voz, del ritmo mientras se canta en grupo, lo que supone una mayor atención y concentración.

Y, en cuanto al arte en sí, ¿qué sucede?

Las personas se conectan con la belleza, que para mí es lo más importante. En ese sentido, hay una búsqueda por hacer algo bello, sentirse un instrumento, un vehículo de algo que es intangible, incluso sentir que la música tiene un origen divino. El vivir ese tipo de experiencia es muy valioso.

Contar con un coro universitario, una banda o una orquesta refleja que la institución entiende que el ser humano posee varias dimensiones y que, con un coro, por ejemplo, se atienden todas ellas.

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