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Jul

2024

Vamos directo al asunto. No hay nada de malo en que la gente celebre las fiestas patrias ni en que se emocionen ante un gol de la selección peruana o que se sientan a gusto insistiéndole a un amigo extranjero para que pruebe algún plato típico o cierta gaseosa nacional.

Por Alberto Requena. 27 julio, 2024.

Grandes pensadores peruanos, como Víctor Andrés Belaunde o José Carlos Mariátegui, ya han reflexionado sobre los valores culturales que identifican a los peruanos. Para Belaunde, el Perú es una “síntesis viviente” que se renueva diariamente por medio de la fisión de culturas matrices como la andina y la hispana. Los peruanos, desde esa perspectiva, somos mestizos. El occidente cristiano y el mundo andino se encontraron en el siglo XVI dando origen (junto con otras culturas) a una nueva realidad. Para Mariátegui, la sierra era la columna vertebral y cultural de la nación peruana porque en los andes el Perú encuentra su singularidad. Para él, solo hacía falta terminar de reivindicar más lo andino; hacía falta “peruanizar” el Perú.

Las ideas sobre lo que nos une a los peruanos son diversas. Para algunos es lo indígena, para otros es lo criollo o mestizo. Hay quienes ven en la exaltación de unos valores específicos la esencia de lo “nacional”. Hoy en día, los discursos o narrativas sobre lo peruano se pueden ver -inclusive- en la publicidad. Se apela a la comida, la artesanía, la familia, el patriotismo o la diversidad cultural para proponer qué vincula a los individuos de este país tan grande. La vieja idea de “proyecto país” -algo dejada de lado en estos días- hunde sus esperanzas en encontrar esos rasgos identitarios sobre los cuales no habría discusión.

El politólogo Samuel Huntington identificó hace años, en su libro “¿Quiénes somos?”, algunos elementos identitarios para sus paisanos. A decir de él, los estadounidenses se identificaban mediante tres elementos: el gusto por la laboriosidad, la seguridad de su sistema democrático y unos valores morales propios de una tradición cristiana (entiéndase de vertiente protestante). Así que, cada vez que “Dios bendice América” está reconociendo el trabajo, la libertad y la fe, valores en los que creen los norteamericanos.

Si hiciéramos la misma pregunta para nuestra realidad, ¿qué responderíamos? ¿Tenemos algunas sugerencias concretas? Sin ánimo de ser “aguafiestas”, es seguro que muchos de quienes están leyendo este artículo comiencen a pensar en vicios. Los peruanos “somos” ociosos, impuntuales, desleales y un moderado etcétera. Otros, quizás, estén pensando en virtudes, siguiendo la tradición de vincular una nacionalidad con un acto moral positivo. Así, como los japoneses son trabajadores, los suizos son puntuales o los alemanes son honestos; los peruanos seríamos luchadores, creativos o amigueros. En fin, toda idea sobre aquello que nos identifica es positiva, mientras que no se convierta en una estructura totalizante.

Toda persona es libre de identificarse con los valores que desee. Ser peruano no me limita a admirar otras tradiciones culturales foráneas. La llamada “identidad cultural” es un concepto complejo que puede confundir. Lejos de ser como un código de barras es una suerte de abanico de posibilidades para formar vínculos culturales, que pueden fomentarse u olvidarse, claro está. Dependerá de la familia, del barrio, de las instituciones y de la persona misma ir cultivando esos elementos comunes. Así que, no se sorprendan si ven a un joven hijo de inmigrantes huancaínos practicando los pasos de moda del k-pop en el Campo de Marte o de un señor que decide evitar comer ceviche y prefiere almorzar un chaufa acompañado de una gaseosa negra. Ser peruano se puede vivir de múltiples formas, sin consignas radicales o partidarias.

Por último, suele existir la noción de que la identificación cultural de los habitantes de un territorio ayudaría a resolver los problemas sociales. Resumiendo, “a más identidad, más desarrollo”. Sin embargo, la identidad cultural no resuelve, necesariamente, los temas ciudadanos. Este vínculo puede tener dificultades para ser demostrado. Quizás, hay una firme creencia en otro concepto más antiguo llamado patriotismo, que consiste en dar la vida, inclusive, por la tierra o por el hogar. “¿Cómo un patriota haría daño a su casa?”.

La noción de identidad cultural (extiéndase a peruanidad) es compleja. Hablar de ella es presuponer que existe un sujeto colectivo del cual puedes formar parte o no. Si bien esto tiene cierto asidero, aquella identidad solo se limita a plantear una relación de pertenencia o exclusión, pero no de acción. Puedo sentirme muy peruano, pero ello no impide que mienta a un profesor o sea un terrible vecino. ¿Por qué damos por sentado que la ecuación “a más identidad cultural, más ciudadanía” es una verdad absoluta? Celebremos estas fiestas patrias con alegría y reflexión. La peruanidad, si es verdadera, nos hará reunir lo mejor de cada uno de nosotros.

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