Al ser el siglo XIX el de la creación de los estados-nación y de la “construcción” de héroes fundadores de “nuevas patrias”, desde espacios periféricos a la república peruana se erigieron figuras militares “heroicas” para conseguir la independencia del Perú.
Por Elizabeth Hernández. 01 octubre, 2024. Publicado en El Peruano, 28 de setiembre de 2024.Nos acercamos a 9 diciembre de 2024, fecha en que, con exactitud, se conmemorará el bicentenario de la batalla de Ayacucho. Aunque no fue el final de la resistencia, la contienda en la pampa de la Quinua cerró la etapa militar de los procesos de independencia en Perú y en esta parte de América Hispana. Quizás por ello la fecha sea tan significativa en el calendario cívico, el que, ciertamente, está vinculado a un discurso historiográfico que premió con los laureles de la gloria y del recuerdo a quienes lucharon por la causa de la patria. Pero hubo grandes errores y olvidos que no hemos terminado de comprender y de subsanar.
Al ser el siglo XIX el de la creación de los estados-nación y de la “construcción” de héroes fundadores de “nuevas patrias”, desde espacios periféricos a la república peruana se erigieron figuras militares “heroicas” establecidas con la categoría de imprescindibles para conseguir la independencia del Perú. La mayor de ellas fue, qué duda cabe, Simón Bolívar. Desde entonces nos acostumbramos a pensar así. Pero por él dejamos de lado a algunos peruanos sin cuya orientación, apoyo, influencia y redes de contactos hubiese sido imposible alcanzar la victoria militar final. Y, lo que parece aún peor, a considerar a todo aquel que se opuso a Bolívar como un traidor a la causa de la patria. Sin embargo, la realidad histórica es más compleja.
Ya desde la época del Protectorado (1821-1822) hubo un gran descontento entre un sector de patriotas, sobre todo peruanos, que no entendía cómo José de San Martín, de aliado, se había convertido en jefe de estado. Si a eso le sumamos los desaciertos de su mano derecha, el tucumano Bernardo de Monteagudo, es fácil entender que para 1822 ya existía un bando patriota que buscaba una independencia liderada por peruanos, porque los había y muy capaces.
Fue ese el trasfondo del motín de Balconcillo que en febrero de 1823 consiguió que un peruano, José de la Riva Agüero, patriota de larga data, fuese nombrado primer presidente del Perú. Y, en parte, esa mirada también estuvo en el nombramiento de otro peruano, José Bernardo de Tagle (marqués de Torre Tagle), como segundo presidente de la república peruana, aunque Riva Agüero y Torre Tagle hayan sido, durante varios meses, presidentes y gobiernos paralelos. En medio de esa polarización estuvo el venezolano Antonio José de Sucre quien, a todas luces, fue el que “preparó” la llegada de Simón Bolívar al Perú en septiembre de ese año.
Riva Agüero buscó lo que muchos en su momento: una independencia del Perú sin Bolívar. Por ello entró en conversaciones con el virrey La Serna. Capturado en Trujillo, fue enviado al exilio, manteniéndose activo en la política peruana hasta fines de la década de 1830 en que volvió a ser presidente, esta vez, del estado norperuano de la Confederación Perú-Bolivia. Por su parte Torre Tagle, teniendo noticia cierta de que Bolívar lo acusaba del motín de Moyano -que entregó el Real Felipe al enemigo- solicitó refugio entre los realistas, quienes volvieron a tomar Lima desde febrero hasta diciembre de 1824. Torre Tagle murió en el Real Felipe en 1825 junto a miles de limeños que también huían de la previsible represalia bolivariana.
Ambos peruanos, los dos primeros presidentes de la república, de conocida trayectoria en pro de la independencia, fueron acusados de traición a la patria por Bolívar. No fueron los únicos casos, pero los destaco por los altos nombramientos que desempeñaron. Y porque, además, hemos tardado bastante tiempo en analizar sus acciones, en ir más allá del discurso patriótico subjetivo y en reconocerlos como lo que fueron: importantes líderes de movimientos patriotas, con expectativas personales también (como todos), con capacidad de arrastre entre amplios sectores políticos y en las distintas capas sociales (en especial Riva Agüero), y con una agenda política clara desde, por lo menos, la década de 1810. ¿Por qué nos cuesta tanto llamarlos “libertadores”? ¿Por qué a San Martín y Bolívar sí (aunque el primero no consiguiera la independencia aquí, por cierto) y a los peruanos que nos llevaron a ella no?
El 3 y 4 de octubre de este año la Universidad de Piura llevará a cabo, en su campus de Lima, el Congreso Internacional “El Perú después de la batalla de Ayacucho (1824-2024): historia, pensamiento y cultura”. Ángulos fundamentales para el conocimiento de la república desde sus años fundacionales serán abordados en este evento académico, entre los cuales estarán las interrogantes planteadas en este texto.