Comenzó diciembre y con él llegan los amigos secretos, las cenas navideñas, los intercambios de regalos. Pequeñas y grandes ciudades llenan sus calles de luces de colores y mercadillos en los que ofrecen una gran variedad de productos. Y, en el centro, enormes y hermosos pinos artificiales coronados con una llamativa estrella en la punta. […]
Por Renata Coronado. 24 diciembre, 2024.Comenzó diciembre y con él llegan los amigos secretos, las cenas navideñas, los intercambios de regalos. Pequeñas y grandes ciudades llenan sus calles de luces de colores y mercadillos en los que ofrecen una gran variedad de productos. Y, en el centro, enormes y hermosos pinos artificiales coronados con una llamativa estrella en la punta.
Pero, ¿cuál es el significado de todo esto? Darle sentido a las cosas y a las vivencias nos permite disfrutarlas sin exigirles más de lo que pueden darnos. Esperar que todas estas manifestaciones de alegría nos colmen es un camino seguro hacia la frustración, ya que el corazón humano tiene un anhelo natural de grandeza, de infinito, que jamás será saciado con cosas materiales y pasajeras. Solo el amor puede colmarlo sin embotarlo.
Solo el Amor -Dios- puede llenar ese vacío que sentimos cuando se termina la cena, se abren los regalos y las luces se apagan. La Navidad es el tiempo propicio para acercarnos a ese Amor sin miedos ni complejos, sin necesidad de ser perfectos o grandes a los ojos del mundo, porque se hace carne en un pequeño bebé y bajo el calor de una familia. Él elige hacerse igual a nosotros.
Así que, disfrutemos de las cenas, de los regalos y del compartir con los demás, recordando al que es la razón de todo ello: Jesús, el niño de Belén, que reina desde un pesebre. Este año, regalémosle un espacio privilegiado en nuestro corazón y dejemos que nos sorprenda con su sencillez y ternura, que nos recuerde que somos amados, que nuestra vida tiene sentido y que solo nos pide un corazón humilde que se deje transformar.