El estrés y el cáncer se relacionan de varias maneras; pero, el primero, por sí solo, no causa cáncer, aunque puede generar efectos que podrían influir en su progresión, o en cómo se responde al tratamiento.

Por Rosa Cornejo. 02 enero, 2025. Servicio Psicopedagógico. Universidad de Piura

El estrés crónico puede debilitar el sistema inmunológico y reducir su capacidad para detectar y destruir células anormales, incluidas las cancerígenas. Esto porque aumenta los niveles de cortisol y adrenalina, que, en exceso, pueden inhibir funciones inmunitarias clave. Además, la inflamación crónica, asociada con el estrés, puede contribuir al crecimiento de células tumorales, a la progresión y el aumento de su movilidad a otras partes del cuerpo (metástasis).

El estrés puede afectar la calidad de vida de las personas diagnosticadas con cáncer, al aumentar el riesgo de depresión y ansiedad, que dificulta la adherencia al tratamiento y el manejo de este.

Si bien no se puede eliminar por completo el estrés, se podría tomar medidas para manejarlo y reducir los riesgos, como técnicas de relajación (meditación, yoga y respiración profunda); la actividad física, para mejorar el estado de ánimo y reforzar el sistema inmunológico; y hábitos saludables: alimentación equilibrada, sueño adecuado y reducción de sustancias como el alcohol o la cafeína.

En resumen, el estrés no es una causa directa de cáncer, pero puede influir en su progresión y en el manejo del diagnóstico y tratamiento. Reducirlo y mantener un estilo de vida saludable son estrategias importantes para prevenir y manejar el cáncer.

Si el estrés es un problema significativo, la ayuda de un profesional de la salud mental puede ser crucial, especialmente si se tiene un diagnóstico de cáncer o riesgo de desarrollarlo.

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