18

Mar

2025

Artículo de opinión

Religiosidad

La religiosidad, en una persona, es posible también si comprende que hay alguien superior a ella que le merezca atención.

Por Luis Eguiguren. 18 marzo, 2025. Publicado en El Peruano, 15 de marzo de 2025.

El 5 de marzo, con el Miércoles de Ceniza, se ha iniciado el tiempo de Cuaresma para los fieles de la Iglesia católica, a la cual pertenecemos la mayoría de los peruanos. Fuimos incorporados a ella al haber recibido el Bautismo, ya sea por consciente y propia decisión cuando éramos ya adultos o, porque siendo niños, incapaces aún de decidir lo que fuera más conveniente, nuestros padres o tutores, decidieron que recibiéramos este sacramento. Tenían la certeza de que nos facilitaban algo muy bueno –lo mejor– entre todo lo que nos daban con cariño para nuestro mayor provecho, como tantos otros cuidados.

Ante el recién iniciado tiempo de Cuaresma, cabe preguntarse qué es la religión, uno de cuyos actos es la penitencia que se nos invita a practicar entre el 5 de marzo y el sábado 18 de abril.

Para comenzar, nos consta la religiosidad como un fenómeno. El Diccionario de la lengua española nos dice que un fenómeno es una manifestación que se hace presente a la consciencia de un sujeto y aparece como objeto de su percepción. Según las enseñanzas de tantos filósofos, el fenómeno religioso es una realidad, tal como los de carácter físico, químico, biológico o psíquico, que ha de ser tomada en cuenta y estudiada, para ser más comprendida, en la honrada búsqueda de lo verdadero y lo bueno.

Apreciamos el fenómeno religioso en el ambiente de nuestra patria, especialmente durante la Semana Santa, culminación de la Cuaresma, que se celebra con tanta devoción en ciudades como Ayacucho, Catacaos y todas las capitales de departamentos y provincias del Perú.

Algunos consideran el fenómeno religioso –la religiosidad– solo como un epifenómeno, es decir, algo aparente, engañoso. Sigmund Freud (1856-1939), al respecto, desarrolló el concepto de sublimación: proceso por el que impulsos instintivos, de naturaleza sexual o agresiva, se transforman en actividades socialmente aceptables. Sostenía que, la sublimación –por la que se generaría el epifenómeno religioso– es una de las maneras en que los individuos manejan sus pulsiones inconscientes sin generar traumas internos o sociales.

Por eso, para quienes entienden la religiosidad como nocivo engaño –ilusión–, esta no sería sino un conjunto de prácticas derivadas del anhelo de satisfacer necesidades primarias de todo ser viviente: nutrición, crecimiento y reproducción. El culto religioso sería en el fondo, un disfraz del ansia biológica de sobrevivir, de superar los miedos a la muerte, al dolor y a la percepción de falta de seguridad. La religiosidad no sería auténtica opción libre, propia de seres racionales.

Para aceptar la irreductibilidad, la autenticidad del fenómeno religioso, son necesarias ciertas concepciones respecto al ser supremo o absoluto, al universo y al ser humano.

Al ser supremo o absoluto –Dios de los filósofos, como expresa Blas Pascal (1623-1662) en su Memorial– es necesario definirlo para entender la realidad. Si no, esta es un absurdo, como nos indica la reflexión filosófica o sapiencial.

Para algunos, el ser supremo y la realidad entera son exactamente lo mismo. A esta convicción se le llama panteísmo. Formulación difundida de este la ofreció Baruch Spinoza (1632-1677). Hay muchas citas de que, cuando Albert Einstein (1879-1955) daba conferencias a jóvenes, le preguntaban: ¿Cree en Dios? Respondía: creo en el dios de Spinoza.

El panteísmo es un tipo de ateísmo. Cabe aclarar que este último no niega la existencia de un ser supremo. El a-teísmo (no-teísmo) es, más bien, negación de la concepción teísta del ser supremo. El teísmo concibe a este como transcendente a la realidad que observamos directamente, a la naturaleza. Él está por encima de ella: es sobrenatural. Además es un ser personal que puede relacionarse con los seres humanos. Puede emitir y recibir mensajes.

El teísmo es condición de posibilidad de la religiosidad, cuyos actos fundamentales son cuatro, respecto a la divinidad: adoración, agradecimiento, desagravio y petición.

La religiosidad, en una persona, es posible también si comprende que hay alguien superior a ella que le merezca atención, deferencia, culto. Si se diera que uno mismo se considerara –subjetivamente, por supuesto– superior a todo, por ejemplo, por extremado empeño de mantener su propia libertad como omnímoda, entonces se llega a dar el llamado ateísmo práctico. Negación de la conveniencia, para sí mismo, de rendir culto al ser supremo.

En el tiempo de Cuaresma, la Iglesia católica invita a sus fieles, dentro de su religiosidad, a mantener una actitud de desagravio, de conversión, por los pecados cometidos.

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