Es preciso reconocer los aciertos de los países desarrollados y analizar los problemas de fondo para no confundir el desarrollo humano con el solo crecimiento económico.
Por Alberto Requena. 21 abril, 2025. Publicado en El Peruano el 12 de abril de 2025.Vamos al grano. Este artículo no quiere negar ni cuestionar el progreso material de los países que son denominados “desarrollados”, ni poner en tela de juicio que se les llame de esa manera. Mi interés radica en reflexionar sobre algunas complejidades que se dan en las sociedades cuando estas buscan mejorar su calidad de vida. De hecho, al mirar los ránquines mundiales de felicidad, Producto Bruto Interno, nivel de transparencia o bajas tasas de corrupción es común ver que los lideran casi siempre los mismos. Es innegable que Noruega, Austria, Nueva Zelanda o Francia poseen estándares de vida muy positivos para su población en aspectos como la educación, la salud, la cultura y la democracia.
Cualquier lector podría suponer que la receta consiste en seguir el modelo de desarrollo de esos países. “Copiar-pegar” y todo resultará bien. Sin embargo, esos países tienen también sus problemas que nos hacen pensar sobre lo que podríamos llamar la “paradoja del bienestar”. Por ejemplo, hay sociedades “desarrolladas” que han fomentado tanto la libertad individual y la independencia de sus ciudadanos que desde hace ya décadas se han venido resquebrajando sus lazos familiares y amicales.
En Japón, por ejemplo, se ha registrado el fenómeno llamado “Kodokushi” que se refiere a las personas que mueren en soledad y son encontradas en sus hogares tras un largo tiempo. Inclusive, el Reino Unido creó en 2018 el llamado (por la prensa) “Ministerio de la Soledad” para atender a más de 9 millones de ingleses con ese padecimiento. Así mismo, otros estados como Suecia o Finlandia han instaurado políticas públicas para reducir el incremento de suicidios en sus naciones. Según el European Health Report de la OMS, Europa lidera el consumo de alcohol en el mundo. Si bien este puede asociarse con mejores ingresos o con un estilo sofisticado de vida, también es admisible pensar en otras causas y consecuencias no tan positivas.
Un lector sudamericano podría pensar: ¿por qué pasan esas cosas negativas en lugares donde hay tantas cosas buenas?, ¿qué hace falta para que sus habitantes se sientan plenos?, si son desarrollados, ¿qué más necesita su población? Es complejo dar respuestas sin antes advertir dos cosas. Por un lado, es un error focalizar el desarrollo humano en los aspectos materiales de la vida. Son importantes y necesarios, sí. Son los únicos que importan, no. Por otro lado, ¿qué es lo que -fuera de las materialidades- hay que promover? ¿Valores, vínculos, virtudes? El ser humano es harto complejo. Puedes tener una casa, un auto, una familia maravillosa y sentirte incompleto, vacío. Por el contrario, puedes carecer de grandes bienes, pero sentirte querido, necesario y desarrollar una plenitud interior enorme.
El desarrollo humano es multifacético pero integral, es un equilibrio entre el tener y el ser; entre el “yo tengo cosas” y el “yo soy alguien y de alguien”. El desarrollo tiene mucho que ver con lo que deseamos. Entonces, aquí nace otra pregunta: ¿a quién le corresponde garantizar la satisfacción de esos deseos de las personas? Pero, esta es una pregunta para responder en otro artículo.
Mejorar la calidad de vida tiene mucha teoría y menos práctica. Hay quienes señalan que lo más importante del desarrollo es la mejora económica de los ciudadanos, otros inciden en los temas educativos y hay quienes insisten en los temas de coyuntura política. Lo cierto es que, lograr cambios en una sociedad es un asunto difícil mas no imposible.
Hay evidencia de sociedades que han reducido sus tasas de analfabetismo, violencia, corrupción, drogadicción. Eso sí, lo han logrado en décadas y esto porque el desarrollo humano es un proceso que requiere de mucho tiempo. Si esto no se entiende, se cae en la desesperación. La esperanza de una mejora de vida decae en decepción si se dice que con unos ajustes monetarios para el bienestar o unas penas más severas para las injusticias las cosas mejoran dramáticamente. Esto es lo que quizás ha ocurrido en algunos de los países desarrollados; que han concentrado su atención en los aspectos accidentales de la persona y no en la persona en sí misma; aunque han logrado grandes mejoras materiales e intangibles, dignas de reconocer e imitar (teniendo en cuenta las realidades locales).
Es preciso reconocer los aciertos de los países desarrollados y analizar los problemas de fondo para no confundir el desarrollo humano con el solo crecimiento económico. A todo esto, salta otra pregunta, ¿será posible encontrar en los países llamados subdesarrollados aspectos positivos que nos permitan hablar del “desarrollo de los subdesarrollados”?