Ni el aprovechamiento de los recursos naturales ni la cosmética ni el uso de la IA en la educación son acciones reprochables en sí mismas; pero sí lo es el aceleramiento dañino.
Por Paola Celi. 22 abril, 2025. Publicado en El Peruano el 19 de abril de 2025.Recuerdo perfectamente la escena de la película Lucy en la que la protagonista estaba sentada explicando la existencia de la materia; de pronto, proyecta la imagen de un auto que iba cada vez a mayor velocidad hasta que desaparece. Lo rápido se hace invisible a los ojos o, al menos, se hace difícil de percibir cuando menos tiempo tenemos de aprehenderlo.
Si aceleramos vamos más rápido, pero ¿vamos mejor? Todos sabemos que la respuesta es no, aunque nos cueste aceptarla o seamos indiferentes.
La primera gran víctima del ritmo acelerado es nuestro planeta: cortamos árboles en minutos a pesar de que estos demoran años en crecer, pescamos especies que aún no han terminado de desarrollarse ni han podido reproducirse, aceleramos el crecimiento de las aves de corral con una serie de sustancias. No sabemos esperar el sabio ritmo de la naturaleza, la forzamos a ir más rápido.
Desde luego que, esto ha ocasionado un deterioro sin precedentes de la Tierra con trágicas consecuencias: escasez de agua, inundaciones, desborde de ríos, contaminación del aire, entre otras. Los líderes mundiales vienen advirtiendo y llamando a una mayor concientización sobre estos daños que producimos diariamente. El papa Francisco lo hizo en el 2015 con su carta encíclica Laudato si’; a través de la cual reprende la actitud del hombre hacia la naturaleza: «Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla». Por otro lado, lamentablemente, también hay líderes del negacionismo con una cantidad considerable de seguidores.
Otra víctima del acelerado ritmo del hombre es la niñez, que ha sido captada como cliente de la industria cosmética. ¿Hace 10 años nos hubiésemos imaginado a una niña usando más de una docena de productos para el cuidado de su piel? Pues ahora esto es parte de una realidad imparable: ya no se espera más que una persona tenga una edad prudente para usar cremas en el rostro o maquillaje. Luchar contra este acelerado inicio del cuidado estético puede ser igual o peor que enfrentarse a un negacionista de la contaminación ambiental, porque muchos padres de familia parecen dar su consentimiento e, incluso, suelen defender y fomentar estas prácticas.
Tanto la explotación de la naturaleza como la industria cosmética son cabezas del mismo monstruo: el consumismo; es decir, el apresurado, y a veces desmesurado, gasto en comida, ropa, maquillaje, aparatos tecnológicos, etcétera. Con todo ello, iniciamos un círculo vicioso de comprar, botar y comprar nuevamente.
Hace poco, leí los comentarios de usuarios jóvenes que afirmaban que ya nadie recordaba ni mencionaba el último álbum de Bad Bunny, Debí tirar más fotos, estrenado apenas el 5 de enero de este año. Y, me pregunté: si no se acuerdan de la música del momento de su artista favorito, ¿se acordarán los alumnos, por ejemplo, de lo que les enseñamos el año pasado? Nos queda la sensación de que no.
Y es que la otra gran víctima del aceleramiento es la educación. No es que en educación las tendencias cambien de la noche a la mañana, sino que para aprender se necesita calma, hace falta tiempo. Como afirma Lucy en la película del mismo nombre: «el tiempo da legitimidad a nuestra existencia», y también al aprendizaje.
¿Cómo convenzo a un alumno para que se tome unas semanas para planificar, redactar un borrador, revisar y escribir la versión final de un ensayo, si él puede obtener este texto de ChatGPT en menos de un minuto?
La Inteligencia Artificial (IA) ha proporcionado herramientas para crear ensayos de manera acelerada y las estudiantes las aprovechan, comprobando así que son efectivas, pero sin haber aprendido absolutamente nada. Este es, por ahora, el gran reto de los profesores de redacción.
En resumen, el precipitado aprovechamiento de los recursos naturales es nefasto y sus consecuencias son evidentes, pero no es el único problema generado por el afán de ir muy rápido. Por un lado, no se respetan las etapas del desarrollo del ser humano al involucrarlo en la industria de la estética sin más argumentos que el consumismo. Y, por otro, aceleramos el proceso educativo con herramientas de IA que nos garantizan resultados, pero no el aprendizaje.
¿La solución? La conciencia y los principios éticos. Ni el aprovechamiento de los recursos naturales ni la cosmética ni el uso de la IA en la educación son acciones reprochables en sí mismas; pero sí lo es el aceleramiento dañino. Depende de nosotros no caer en este.