Con la educación no presencial urge priorizar las metas, teniendo claro que el centro de la educación es el niño, no el currículo ni las horas de dictado de clases ni la cadena de pago.
Por Moises Pariahuache. 13 mayo, 2020.La aparición inesperada de la COVID-19 ha llevado a las instituciones educativas a cerrar sus puertas y explorar nuevas formas de hacer educación. Estas alternativas deben ser inteligentes, visionarias y empáticas para garantizar impacto y preservar la confianza de las familias.
Los cambios marcan un antes y un después para los colegios y la humanidad. Se debe entender que, ante situaciones distintas, no se pueden esperar resultados iguales a los de antes. En una educación presencial, por su dinámica de interacción, se lograba unos resultados; en su ausencia, urge priorizar otro tipo de metas, siempre teniendo claro que el centro de la educación es el niño, no el currículo ni las horas de dictado de clases ni la cadena de pago; por tanto, deben sincerarse las prioridades educativas en ese contexto.
Los gestores de centros educativos tienen la oportunidad de reacomodar el rumbo de su institución. En esta situación de crisis les toca lidiar con lo que haga falta para lograr lo siguiente:
Valorar y cuidar el trabajo de sus maestros. Se ha hablado de una alta insatisfacción con las clases virtuales; pero, más que un cuestionamiento al trabajo de los maestros es una crítica a la inconsistencia de la propuesta educativa reactiva de los colegios y a la relación costo – servicio.
Fortalecer su capital humano. Uno de los mayores problemas que tienen los colegios privados es la retención de talento; añadido a ello, hoy, amerita hacer una pausa prudente para capacitar a su personal para que el ensayo sea óptimo.
Articular un modelo educativo visionario y armonioso con las familias. Urge deslindar las competencias de la educación formal –ordinariamente conducida desde los centros educativos– y la educación informal, realizada en los hogares. La educación formal demanda ciencia y arte, por tanto, las actividades específicas de una estructura escolarizada no son de fácil asignación para la mayoría de las familias; un punto de partida es trabajar la autonomía de los estudiantes.
Mantener mecanismos de comunicación transparentes. En la incertidumbre, el mejor medio de cohesión es la comunicación y mejor todavía si en esta prima la verdad, la empatía y pertinencia.
Atender los cambios en la demanda. La afectación de las condiciones laborales de los padres de familia repercutirá en la migración de estudiantes de un centro educativo a otro. Lo deseable es que todos accedan a oportunidades educativas, por tanto, los que salen de un lado irían a otro y se le debe atender con el mayor respeto.