Son vacunas con un sistema diferente, es natural que haya cierta desconfianza; y, algunos contenidos que circulan en las redes sociales, cuyas fuentes no siempre son de fiar, pueden sembrar cierta duda y temor.
Por Jaime Millás Mur. 06 enero, 2021.Hay dos vacunas que marchan punteras en la carrera contra la prevención de la Covid-19. Son las que fabrican Pfizer/BioNTech y Moderna. La característica de estas vacunas es que utilizan ARN mensajero. Aunque la técnica no es nueva, su utilización a gran escala en seres humanos no se había dado hasta ahora. Como es conocido, las vacunas tradicionales consisten en la inoculación del patógeno atenuado – que puede infectar pero no producir la enfermedad- o bien un patógeno inactivado – incapaz de infectar-. También se utilizan proteínas, en este caso del virus SARS-CoV-2, que estimulan al sistema inmune. El objetivo es siempre el desarrollo de una respuesta inmune que preserve de futuras infecciones.
En el caso de las vacunas de ARNm lo diferente es que no se inocula ni el patógeno ni alguna proteína, sino que se fabrica un ARNm sintético en el laboratorio, que contiene una parte del genoma del virus. Al introducir el ARNm sintético en la persona que recibe la vacuna, pasa al interior de las células y los orgánulos celulares fabrican la proteína viral, que se presenta en la membrana celular y produce la estimulación del sistema inmune.
Al tratarse de una vacuna con un sistema diferente es natural que haya una cierta desconfianza y algunos contenidos que circulan en las redes sociales, cuyas fuentes no siempre son de fiar, pueden sembrar cierta duda y temor. En un artículo recientemente publicado en The Conversation se aborda un rumor bastante difundido pero, al mismo tiempo, equivocado. Se dice que este tipo de vacunas podrían modificar nuestro genoma y causar daños irreparables. Esto no es cierto por varios motivos que expondremos a continuación.
Cada vez que un virus infecta de forma natural una célula, se producen millones de ARNm y eso no supone un riesgo para nuestro ADN. Además, el ARNm es muy frágil y desaparece rápidamente. De ahí que este tipo de vacunas deban conservarse a temperaturas muy bajas.
Por otro lado, el ARNm no se encuentra nunca con el ADN. Supongamos que el ARNm pudiera permanecer largo tiempo en las células, lo cual no es posible. Aun así, no podría actuar sobre el ADN sencillamente porque están separados: el ADN está en el núcleo celular y el ARN en el citoplasma. Aunque es cierto que algunos ARNm, como los del virus de la gripe, pueden viajar al núcleo, deberían contener una información genética que permitiera la participación de proteínas muy específicas, lo que no tiene nada que ver con los ARN usados en este tipo de vacunas.
Aun imaginando que el ARN fuera capaz de viajar al núcleo y situarse frente a nuestro genoma, no sucedería nada porque la secuencia del ARN utilizado en la vacuna no podría integrarse. Tendría que convertirse en ADN y, para ello, necesitaría de la transcriptasa inversa. Esta enzima se encuentra en los retrovirus, los retrotransposones o las telomerasas.
Los retrotransposones son un tipo de secuencias genéticas móviles que se encuentran en el genoma de muchos organismos eucariotas y pueden copiarse a sí mismos y pegarse en otro lugar del genoma. Estos “genes saltarines” son abundantes: aproximadamente el 42% del genoma humano. Su característica es que se transforman primero en ARN y vuelven a convertirse luego en ADN. Entonces podríamos pensar que es posible que el ARN de la vacuna se convierta en ADN utilizando las herramientas disponibles para los retrotransposones o bien los retrovirus endógenos: secuencias de retrovirus alojadas en nuestro genoma. Pero para que esto pudiera suceder hace falta un iniciador y unas secuencias específicas que no se encuentran en el ARN de la vacuna.
Suponiendo, lo que es mucho suponer, que el ARNm de la vacuna fuera, por último, capaz de convertirse en ADN, viajar al núcleo e integrarse con el genoma, tendríamos probablemente una célula que comenzaría a producir una proteína del SARS-CoV-2, que sería reconocida por el sistema inmune y destruida de inmediato.
Finalmente, si se lograra descubrir la manera de modificar nuestro genoma inoculando simplemente secuencias de ARN mensajero se habría logrado un gran avance en el campo de la terapia génica.
En conclusión, no hay evidencia científica, desde la biología molecular, de que el ARNm usado en las vacunas contra la COVID-19 pueda ser capaz de modificar nuestro genoma. Este tipo de afirmaciones se dan cuando se utiliza o se comparte información falsa o incompleta.
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.