Para no pagarlo, muchos arrendaron las tierras bajo la obligación de pagar simplemente un derecho de piso.
Por Carlos Arrizabalaga. 10 marzo, 2021.Esta locución nominal, tan extendida en el habla coloquial de Perú y otros países de la región, tiene su origen en un concepto impositivo de las reformas borbónicas. Los ilustrados realistas impusieron un gravamen a las tierras eriazas para así promover que sus dueños las volvieran productivas para el bien de toda la nación española. Para no pagarlo, muchos arrendaron las tierras bajo la obligación de pagar simplemente un derecho de piso.
Con el tiempo, el significado del derecho se desplazó al pago figurado de quien se inicia en algo o es admitido en alguna cosa. La metáfora del piso como soporte inmaterial del novato es poderosa y, por eso, dio lugar a otras expresiones: quitarle el piso o serruchar el piso a alguien, quedarse alguien sin piso. También son frases criollas: pisarle el poncho a uno o trapear el piso con otro, además de la frase fuertemente despectiva “ser un pisado”. Piso es nominalización antigua del verbo “pisar”, para referirse al suelo. Aunque no lo traía como lema, el primer diccionario de la Academia (1726-39), ya aparece el término en la misma definición de “suelo”, que es la que desde el latín se usó para ese significado.
La revolución patriota benefició a una nueva élite de grandes propietarios y se dio al olvido el impuesto a las tierras eriazas. Riva Agüero diría que una de las 28 causas de la revolución americana había sido “la irritante creación de nuevos impuestos”. Pero, el derecho de piso había beneficiado a multitud de pequeños productores (aquí criaban miles de chivos), con lo que su supresión estimuló la migración a la ciudad, aumentó el desempleo y disminuyó en general la producción agraria. En Piura, la mayor parte de las tierras eran y siguen siendo eriazas, lo que se conocía antes como el despoblado y los medanales más allá de las vegas y los valles.
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