La pasión desordenada de la búsqueda de algún tipo de resultados, generalmente los económicos, enceguece y nubla la razón, y no fomenta el compromiso y la identificación que demandan objetivos “más amables”.
Por Mariela García Rojas. 20 abril, 2022. Publicado en Diario Gestión, el 20 de abril del 2022.El IESE Business School organizó un congreso internacional, con motivo del 25 aniversario del fallecimiento del insigne profesor y pasdirector Juan Antonio Pérez López, para reflexionar sobre sus aportes orientados hacia el futuro de la dirección de empresas. Pérez López atribuyó un rol crucial al proceso de toma de decisiones directivas para la resolución de problemas empresariales. Edificó su teoría de la lógica de la acción humana y de los motivos que tienen las personas para actuar. Además, diría que la capacidad de quien dirige es condición sine qua non para un funcionamiento de excelencia; su idoneidad directiva y la calidad de sus motivaciones personales hacen posible la conducción de una empresa en “modo humano”; esto es, fomentando el logro de objetivos económicos, sociales y éticos.
Al paso del tiempo, este marco sigue vigente, aporta enorme valor al análisis de la labor directiva y aleja de la tentación de un enfoque parcial. Ni solo ganancias -necesarias e imprescindibles-, ni solo desarrollo de habilidades y competencias -sostén de la ventaja competitiva-, ni solo el rescate de la virtud como aspecto que no queda fuera en las tareas habituales y los vínculos que los directivos establecen con los trabajadores y con los clientes. La pasión desordenada de la búsqueda de algún tipo de resultados, generalmente los económicos, enceguece y nubla la razón, y no fomenta el compromiso y la identificación que demandan objetivos “más amables”. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Una dirección incorrecta produce desapego, que se traduce en altos gastos o menor interés para generar ingresos, más aún si estos se distribuyen injustamente. Las limitaciones de quien(es) dirige pueden adoptar múltiples estilos que van desde el autoritarismo que decide sin preguntar, a la desconfianza como regla de juego. La rotación laboral se explica por la pérdida de atractividad por lo que se hace y por lo que se aprende; la calle ofrece la esperanza de lo desconocido y parece valer la pena especialmente para el talento joven. Esperar que la calidad directiva logre la adhesión a una misión interna y externa que inspiren, parece un cuento. Se olvida con facilidad que la consecución de los objetivos solo es posible con y a través de quienes componen la organización.
Personas, decisiones y aprendizajes son palabras de uso extendido, aunque su significado resulte indiferente o superficial. Urge reflexionar, corregir y renovar la forma concreta como se trata a las personas y los criterios con que se toman decisiones en la empresa. Accionistas, directivos y trabajadores pueden trabajar para hacer de la empresa un ámbito en donde lo económico no marque, en exclusiva, el sentido de la brújula. Ars longa, vita brevis; clara advertencia de Hipócrates: el camino es largo, la vida es corta.
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.