El saber enriquece a la persona, ya que esta, cuando sabe, posee virtualmente el principio que determina la estructura y el funcionamiento de los objetos conocidos. La persona, en cierta medida, se hace como lo que conoce.
Por Luis Eguiguren. 20 septiembre, 2022. Publicado en El Peruano, el 17 de setiembre de 2022.El incesante interés por saber, propio de la persona humana, es un fenómeno que ha causado admiración desde épocas pretéritas. Al respecto, tenemos el célebre el texto con el que comienza la Metafísica de Aristóteles: «Todos los seres humanos apetecen saber continuamente, por naturaleza». Naturaleza se entiende, en el contexto anterior, como un impulso innato, íntimo.
La apetición de saber, puede justificarse por sí misma o por otra necesidad aparentemente más perentoria que puede satisfacerse mediante el saber lo pertinente.
Según la concepción que se haya asumido de quién es el ser humano, se justifica el interés por saber, en el contexto, sobre las funciones básicas del viviente, que se dan en la persona: crecimiento, nutrición y reproducción. El crecimiento implica mantenimiento, conservación, seguridad, poder que le permite sobrevivir adaptándose al ambiente. De las tres funciones citadas, el crecimiento es la principal, porque las demás dependen de ella. Así, la nutrición, permite seguir viviendo y crecer cuantitativa y cualitativamente; la reproducción hace posible que exista y crezca una componente del viviente: la especie.
El interés por saber es una concreción de la tendencia vital al crecimiento. En su tratado Peri Psichés, sobre el principio vital o la psiqué, Aristóteles sostiene que la psiqué humana es, en cierta medida, como todas las cosas.
En efecto, el interés por saber, induce a la persona —sujeto cognoscente— a asimilar mentalmente, a identificarse de modo intencional con el principio activo del objeto que está conociendo. Ese principio, que Aristóteles llama forma, es el causante de la estructuración y del funcionamiento del objeto que se conoce.
El interés por saber permite a la persona lograr la posesión «intensional» de la forma de lo que se está conociendo. El término «intensional» se compone del prefijo «in»: hacia; y la raíz «tensión», del verbo tender. De manera que, el interés por saber es una tensión dirigida a establecer cierta comunicación, comunión mutua, entre la persona que ejerce el acto de conocer y el objeto que está siendo conocido.
El acto de conocer tiene un aspecto pasivo y otro activo. El primero consiste en que la persona que conoce se in-forma. Porque la forma, principio activo de lo que está conociendo, se graba o queda impresa en ella. El aspecto activo del conocimiento, por otro lado, consiste en que la persona que está conociendo asume conscientemente como propia esa grabación que ha recibido.
El saber enriquece a la persona, ya que esta, cuando sabe, posee virtualmente el principio que determina la estructura y el funcionamiento de los objetos conocidos. La persona, en cierta medida, se hace como lo que conoce.
Aristóteles, en el noveno libro de su Ética a Nicómaco, tratando sobre la philía, traducida normalmente como amistad, sostiene que esta contribuye a la felicidad. Lo explica así: cada uno tiene la satisfacción, el disfrute, de vivir. Cuando tenemos amistad con alguien, disfrutamos con su vida. Cuantitativamente se tiene así una mayor satisfacción vital: por la vida propia y por la de aquello con que se ha trabado amistad. Aquello que se ha conocido.
La bios theoretikos (vida contemplativa), según Aristóteles, es la forma más perfecta de vida, la que da mayor satisfacción. Lo afirma así por haberlo experimentado él mismo. Además, la excelsa satisfacción de conocer tiene un fundamento en la naturaleza humana, entendida como la propia del zoon logistikon, del viviente (zoon) dotado de logos: capacidad de asumir y expresar (logos) el orden presente en la estructura y el funcionamiento de otros entes.
Aristóteles considera que vivir con continuo interés de saber, con insaciable aspiración de asimilar lo más digno, es la mejor forma de vivir. Aunque él mismo advierte en su Ética a Nicómaco que, no todas las personas estarán de acuerdo con ello, debido a que no todas han conseguido experimentar, ni se han dispuesto a ello mediante el cultivo indispensable de las virtudes morales —como la justicia o la prudencia— y de las virtudes intelectuales, como el entendimiento, la ciencia y la sabiduría.
Aristóteles reconoce que para ser feliz es condición necesaria la libre elección, para uno mismo, de un cierto modo de vida como el mejor. Es condición necesaria tal elección libre, pero no es condición suficiente, por eso nos invita, en la Ética a Nicómaco, a reconocer que el mejor modo de vida es la vida contemplativa (bios theoretikos), impulsada por el interés de saber.
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.