La inteligencia artificial, como otros entes artificiales, puede ser nociva o beneficiosa en sus efectos, considerados en el ámbito del logro del bien auténtico, objeto de la Ética. Es patente que lo artificial es susceptible de descontrolarse frente a sus artífices.
Por Luis Eguiguren. 03 julio, 2023. Publicado en El Peruano, el 1 de julio de 2023.Algunas reflexiones sobre la inteligencia artificial desde el ámbito de la Filosofía podrían interesar en las circunstancias que vivimos, cuando esta expresión llama la atención general. Un recurso para abordar inicialmente un tema como este es la llamada expositio terminorum, que consiste en una aclaración —expositio— de los términos —terminorum— con los que se designa una realidad; en este caso, la inteligencia artificial.
El término inteligencia, en el contexto de la expresión “inteligencia artificial”, se entiende como relativo al término “ordenador”, con el que se designa al computador en países europeos como España y Francia; porque, efectivamente, el computador es un artefacto que ordena datos.
Según la filosofía aristotélica, la inteligencia natural es una facultad humana que capta un orden; cuando conoce algo que ya está siendo: un ente, —inteligencia teórica— o, establece un orden —inteligencia práctica—, cuando dirige la acción para obtener algo que está por ser, un resultado.
En su función cognoscitiva, la inteligencia humana —según el aristotelismo, también— llega a poseer intencionalmente lo que se denomina “forma” de un objeto, siendo esta el principio por el que dicho objeto es lo que es: principio de estructuración y dinamismo del objeto. La estructura consiste en el orden de las partes integrantes del objeto. El dinamismo consiste en el orden según el cual el objeto realiza las operaciones que le son propias.
La inteligencia natural es, entonces, una potencia activa del sujeto humano, una capacidad de poder hacer propio —asimilar— un orden dado frente a él. Por esto, la filosofía clásica expresa, siguiendo a Aristóteles, que la mente humana es, en cierto modo, como todas y cada una de las cosas. Ya que es capaz de hacerse como son estas, al asimilar lo principal de ellas: su forma. Así, quien entiende un insecto, por ejemplo, se hace en cierta manera como tal insecto. Ya que hace suyo el orden de sus partes y cómo estas interaccionan entre sí, permitiendo que el insecto en cuestión realice sus operaciones vitales: crecimiento, reproducción y nutrición.
Continuemos la exposición de términos, para aproximarnos al concepto complejo: inteligencia artificial, después de haber hecho una primera aclaración del significado de inteligencia como capacidad natural humana relativa al ordenamiento. Consideremos que el adjetivo “artificial” proviene de los vocablos latinos enunciados como ars, artis (arte, del arte); y factum, lo hecho, lo producido por una acción transformadora. La inteligencia artificial se entiende, entonces, como un artefacto producido con el fin de simular o imitar las funciones de la inteligencia natural consistentes en captar un orden y establecerlo.
La técnica aliada a las ciencias prácticas o aplicadas —tecnología— se presenta en los tiempos modernos como un instrumento para dominar lo natural y favorecer la independencia humana: liberarnos de lo que nos limita como, por ejemplo, el cansancio, la enfermedad, los conflictos humanos.
La inteligencia artificial, un artefacto, según se ha aclarado, simula el funcionamiento de una de las facultades de la mente humana: la inteligencia, en su actividad de captar orden y establecer orden. La simulación se consigue, mediante los números, ideas simples —claras y distintas— capaces de representar orden.
Como sabemos, buscando el principio supremo de la realidad, los pitagóricos plantearon que, los principios de los números —lo par y lo impar— son los principios: la clave explicativa, de todas las cosas. A estos sabios se remonta, al fin y al cabo, la inteligencia artificial, porque reconociendo en los números una explicación, por ejemplo, para la música y las figuras geométricas, fueron encaminándonos a codificar la forma de los objetos sencilla y prácticamente, aunque con un matiz reductivo, porque los números representan solo lo cuantificable.
El cálculo numérico es una operación de la inteligencia humana emulada por la inteligencia artificial. Mediante el cálculo, efectuado, por ejemplo, en los llamados algoritmos, la inteligencia artificial es capaz de asistir al ser humano en muchas operaciones que le son necesarias para desarrollarse.
La inteligencia artificial, como otros entes artificiales, puede ser nociva o beneficiosa en sus efectos, considerados en el ámbito del logro del bien auténtico, objeto de la Ética. Es patente, en el siglo XXI —después entusiasmos precedentes—, que lo artificial es susceptible de descontrolarse frente a sus artífices.
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.