Tal como lo anunció semanas antes, el papa Francisco publicó la exhortación apostólica Laudate Deum (Alaben a Dios) el 4 de octubre, día de San Francisco de Asís, en continuidad con su anterior carta encíclica sobre el cuidado de la casa común, Laudato si', del 2015.
Por Carlos Guillén. 17 octubre, 2023.
Tal como lo anunció semanas antes, el papa Francisco publicó la exhortación apostólica Laudate Deum (Alaben a Dios) el 4 de octubre, día de San Francisco de Asís, en continuidad con su anterior carta encíclica sobre el cuidado de la casa común, Laudato si’, del 2015.
Transcurridos ocho años, el pontífice precisa y completa sus reflexiones centrándose en el cambio climático. Lo presenta como un problema real y acuciante, con datos científicos concretos, saliendo al paso de quienes tienden a minimizarlo o incluso adoptan una actitud de burla al respecto. Tampoco permite que se culpe a los países más pobres, pues las estadísticas disponibles apuntan más bien en sentido contrario.
Retomando cuanto había recomendado antes, el Santo Padre busca el compromiso de todos para no empeorar el punto al que hemos llegado ya en el calentamiento global, pues todo esfuerzo suma, aunque sea pequeño, en cada hogar y, además, ayuda a generar un cambio necesario en los estilos de vida y en la cultura. Los activistas encuentran también su lugar en este esfuerzo, cuando ayudan a generar una “sana presión” que visibiliza y da voz a la preocupación de toda la sociedad por su futuro.
Sin embargo, detener y revertir el mal causado al planeta solo será posible con el compromiso de las grandes potencias. En ese sentido, el llamado del papa parece querer alcanzar especialmente a los dirigentes de los países que se reunirán en la próxima COP28, en Dubai. Para ellos, hace un recuento de la no tan satisfactoria historia de las cumbres sobre el cambio climático, resaltando que muchas veces han dejado la impresión de falta de conciencia y de responsabilidad. Sin rendirse, afirma que no sería lícito dejar de soñar con un cambio de actitud, con una política noble que lleve a compromisos concretos y medibles, de manera que se dé un verdadero punto de inflexión en la transición hacia las energías limpias.
Para quienes puedan influir más directamente en la política, Francisco hace unas reflexiones de fondo. Por un lado, menciona las lecciones no aprendidas después de la pandemia del COVID-19 y critica tanto la “lógica del máximo beneficio con el menor costo” como el “paradigma tecnocrático” de desarrollo tecnológico sin crecimiento ético, que trata todo lo que nos rodea como objeto de consumo.
Por otro lado, reflexiona acerca de la necesidad de renovar la forma de ejercer un compromiso multilateral, a través de acuerdos y organizaciones mundiales dotadas de autoridad vinculante, con “espacios de conversación, de consulta, de arbitraje, de resolución de conflictos y de supervisión”.
Finalmente, para todos los creyentes y especialmente para los católicos, recuerda que el hombre no es solo una fuente de problemas, tal como se le suele presentar en estos contextos. A la luz de la Revelación cristiana el hombre es capaz de reconciliarse con el mundo y, encontrando su lugar en medio de él, conectado a todas las demás criaturas, es capaz de dar su aporte para cuidarlo y embellecerlo, es capaz de “crear ambiente”. Así, el resto de la Creación necesita al hombre y el hombre necesita al resto de la Creación. Descubrir esto y vivirlo es una alabanza a Dios.