La independencia del Perú es un tema que despierta encendidos debates. Todos tienen su opinión. Por ello, sugiero pensar en dos ideas que nos eviten hostiles “señalamientos”, ridículos “victimismos” o, peor aún, paralizantes “pesimismos”.
Por Alberto Requena. 09 enero, 2024. Publicado en Correo, el 6 de enero de 2024.1. No reducir la independencia a una guerra de buenos contra malos. Este proceso no fue solo una lucha de españoles contra peruanos; la situación fue más compleja. La república, como forma de gobierno, representaba serias dudas sobre el futuro. La monarquía, por su lado, no era mayoritariamente despreciada como se cree actualmente. Las familias del virreinato peruano se enfrentaron por defender ideas, territorios y bienes, claro está; pero, sostener que todo se explica y reduce a una idea de identidad nacional es sesgado.
El campo de batalla de Ayacucho es un ejemplo de cómo padres, hijos, hermanos y amigos llegaron a enfrentarse para defender distintas ideas por un mejor futuro.
2. Eliminar visiones mitificadoras e idealizantes sobre la independencia. No hay que depositar en la historia toda nuestra fe y razones que expliquen el presente. La independencia es explicada como el inicio del subdesarrollo nacional o el origen de la fragmentación americana. Esta es un proceso complejo de cambios, rupturas, creaciones y esperanzas. Las celebraciones del Bicentenario han estado cargadas de anhelos historicistas. Que si Bolívar no hubiera hecho eso o que si San Martín no se hubiese ido. La historia no se cambia, el presente sí. Ideemos un futuro optimista.
Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.