Por Andrés Garay Albújar
Por Julio Talledo. 26 julio, 2011.El templo de Pueblo Nuevo de Colán (al margen izquierdo del río Chira) cobija en su interior pinturas murales religiosas de originalidad peculiar, y que datan de entre 1908-1911. Los autores fueron los italianos Esteban y Jacinto Gismondi, que pertenecían al clan Gismondi, más conocidos como fotógrafos que como pintores y activos en este oficio en diferentes ciudades del Perú y Bolivia.
Los hermanos Gismondi
Los hermanos Jacinto, Esteban, Angelina y Luis Domingo llegaron, procedentes de Italia, al puerto de Mollendo alrededor de 1890, cuando estaban en la adolescencia. Hijos de Pietro y María Módena, los cuatro hermanos se dedicaron al arte. Luis Domingo, casado con una dama de Majes, se estableció en La Paz hacia el año 1904 y creó una obra fotográfica monumental sobre Bolivia (Querejazu, 2009).
Los otros tres hermanos estuvieron activos en diferentes partes del Perú –Cusco, Arequipa, Lima, Chincha, Callao, Trujillo y Huacho–, como lo reportan sus avisos publicados en los diarios locales y los sellos de los reversos de las fotografías (Majluf y Wuffarden, 2001). Se anunciaban como Gismondi Hnos. o Gismondi y Cía.Una de las novedades es que los autores de las pinturas murales del templo Sagrado Corazón de Jesús de Pueblo Nuevo de Colán son los hermanos Esteban y Jacinto Gismondi, cuyas firmas aparecen en el interior del templo.
Ya en agosto de 1897 Esteban Gismondi anunciaba en el diario piurano “La Unión” sus servicios fotográficos, en clara competencia con el fotógrafo piurano Pedro N. Montero. En noviembre de 1908 se los localizó en Paita por un aviso publicado en el semanario “El Comercio”, con título “Estudio de pintura”, que da cuenta de una amplia gama de servicios pictóricos como retratos al óleo, acuarela, pastel; cuadros históricos y mitológicos; decoraciones estilo Renacimiento italiano, francés, rococó (Paz Velásquez, 2009). La identificación de los autores de estas pinturas nos permite, sin duda, revalorar las competencias del artista visual, en tanto fotógrafo y pintor, en los inicios del siglo XX en el Perú.
Fotografía y pintura
El foto-óleo, las iluminaciones y coloreados eran los productos que habitualmente ofrecían los fotógrafos de la época como parte de su repertorio artístico en el retrato. Eran obras que fusionaban los gustos fotográficos y pictóricos, y tenían amplia aceptación social. De hecho, varios maestros de la fotografía del sur andino ostentaban esta ‘artisticidad’: Max T. Vargas, Martín Chambi y los propios Hermanos Vargas. Siendo contemporáneos, en un capítulo aparte están el arequipeño Emilio Díaz, el puneño Enrique Masías y el ancashino afincado en Cusco y Paucartambo Juan Manuel Figueroa Aznar, quienes produjeron tanto pinturas al óleo como fotografías de retrato y paisaje. Estos artistas tenían copado el mercado fotográfico en el sur andino, razón que obligó a los Gismondi a buscar otras plazas.
En 1912, cuando los Gismondi le daban los últimos toques a la pintura mural, Pedro Montero anunciaba en un diario que su establecimiento contaba en exclusiva con “un artista con estudios artísticos en Italia y que hace retratos al óleo” (“El Sol”, abril, 1912). Ante la sociedad, pintura y fotografía definían conjuntamente el prestigio del artista visual.
Fray Agustín: el promotor
El próximo 24 de junio, día del Sagrado Corazón de Jesús, se celebrará el centenario de la culminación del templo y gran parte de la obra pictórica. Estas pinturas son especialmente valiosas por ser vestigios de la época de bonanza que vivió Piura con la exportación de algodón. El oro blanco era trasladado en el ferrocarril Piura-Paita que pasaba por Sojo, La Huaca y cerca de Pueblo Nuevo de Colán (otrora comunidad campesina), por el margen izquierdo del río Chira.
Por otro lado, el licenciado Víctor Velezmoro, historiador de arte de la Universidad de Piura, indica que “el planteamiento compositivo es diferente al de otros lugares en el Perú por ser pinturas murales que representan la glorificación del cristianismo”. Los temas principales están ubicados en la techumbre de la nave central y aluden, efectivamente, a la Ascensión de la Virgen, a la Resurrección y Ascensión de Jesucristo, entre otros motivos gloriosos.
Los pobladores llaman a su templo, con cierta justificación, “La Capilla Sixtina”. Esteban y Jacinto Gismondi, elegidos por fray Agustín María Godoy, ecuatoriano y promotor de la construcción del nuevo templo, conocían los fundamentos del arte italiano: el escorzo, la forma, la volumetría y perspectiva de las figuras, los movimientos y contramovimientos, la decoración y arquitectura fingida.
Al cumplirse los cien años de la creación de las pinturas murales, esta obra adquiere un valor histórico digno de estudios culturales y técnicos en profundidad, más aun cuando integra parte importante de la tradición viva en esta zona del Perú.
Profesor de Facultad de Comunicación
Universidad de Piura.
Artículo publicado en el suplemento El Dominical, diario El Comercio, 29 de mayo del 2011.