Por Jorge Rosales Aguirre
Por Julio Talledo. 12 octubre, 2011.Para José Agustín de la Puente, la biografía que ha preparado “no es un texto narrativo del proceso cronológico de la vida de nuestro personaje, este libro aspira a ser una biografía reflexiva”. Entre esas reflexiones hay una sumamente valiosa, la que se refiere a la vivencia del momento en que Grau llega a cada uno de nosotros y lo que representa para toda generación. Esto, que es importante para todo peruano, cobra singular significado para los piuranos: debemos ser los primeros en dar testimonio de lo aprendido de él, por ser parte irrevocable de nuestra identidad regional y nacional.
Al trazar el perfil de Grau, el autor remarca: “En la fibra más íntima de la conducta de Grau hay nociones medulares que explican muchas de sus actitudes; son la creencia profunda en el Perú, así como la convicción religiosa y ética. De ambos pilares se desprenden las respuestas de Grau al afrontar sus experiencias vitales”.
Para De la Puente el heroísmo de Grau no es de un día, no es del ocho de octubre, ese heroísmo se va gestando a lo largo de los años, desde la formación en el hogar paterno hasta la afirmación de su vocación marina, sin olvidar su actuación en la política del país y en la ejemplar vida en la propia familia. El autor se pregunta, “¿cómo puede Miguel Grau asumir la abrumadora responsabilidad en el cumplimiento del deber, expresada en su muerte violenta y esperada, sin aspavientos?” Y se contesta: “su vida no es contradictoria con su desenlace heroico. Es más: en lo diminuto y en lo trascendente, en el paso de los meses y los años, Grau forja su personalidad al pie de firmes convicciones éticas, entre las cuales la fidelidad al deber y el servicio a la nación son expresiones naturales”.
¿Qué imagen del héroe nos muestra esta biografía? Nos muestra al hombre de carne y hueso, con sus dudas y temores pero también con sus firmes decisiones; al hombre de todos los días, como cualquiera de nosotros, en contacto con Dios, con el mundo, con su familia, con sus amigos, con la política, con su país; al Grau que, en plena guerra, no deja de extrañar los dulces de la tierra. Nos muestra al Grau que desde el Huáscar y entre “los inmensos deberes nacionales (no olvida) los más pequeños temas de la casa, de su mujer y de sus hijos”; en fin, al Grau con sus virtudes y defectos, porque, dice el autor, “no es objetivo de la historia crear una suerte de mito de Grau, como hombre perfecto, sin limitación: él fue poco comunicativo, extremadamente reservado o discreto al transmitir sus emociones, o demasiado riguroso en la exigencia de las normas navales”, pero también fue un hombre con sentido del humor. Cuando alguna vez se comentó la posibilidad de que asumiese la Presidencia de la República, respondió: “no pienso en tal cosa, por lo menos por ahora, que aún conservo mi razón”.
Estas visiones de Grau exaltan la del héroe. Son múltiples las referencias a las notas distintivas de nuestro paisano, que permiten una natural comprensión de su heroísmo y de su testimonio del Perú. Dice su biógrafo: “Grau entiende que un encuentro con la escuadra chilena, superior en blindaje y poder de fuego, no demorará mucho tiempo y que será ese el instante definitivo. Sin embargo, actúa con la misma decisión y naturalidad de quien tiene entre sus manos la posibilidad de la victoria. Lucha hasta el fin por el deber de servir a la nación; sabe que vencer es ya humanamente imposible y no obstante trabaja como si el triunfo estuviera al alcance de la mano. Es el heroísmo limpio, libre de toda sombra”, “luchan y mueren por una nación cierta, no por una ficción, ni por un engaño o por una utopía. La epopeya de la campaña marítima es un testimonio de la identidad nacional peruana”.
De la Puente encuentra que “la personalidad histórica no niega la visión erudita que la historia propone sobre el comandante del Huáscar, el aliento de la gente, la vivencia de la obra de Grau en la vida de nuestras familias, la memoria personal y colectiva, confirman lo que la historia demuestra a través de los caminos de la erudición”.
Revisemos esta biografía con especial disposición, para extraer temas de reflexión que nos hagan crecer como individuos y como nación, leámosla con la misma disposición con que su autor la escribió y su personaje la inspiró, haciendo de esa lectura lo que José Agustín de la Puente hizo al escribirla: “un acto de fe en el Perú, al estudiar a un amante de lo nuestro, que entregó su nombre y su vida como ofrenda íntima a su patria, en la cual siempre creyó con afecto indeclinable”. Renovemos ese acto de fe en Piura y en el Perú, y hagamos votos para que, en la piuranidad y en la peruanidad, Grau siga siendo el símbolo de ese inmenso corazón que es el Perú que une a todos los piuranos y peruanos con sus latidos de recuerdo y de esperanza.
Facultad de Humanidades.
Universidad de Piura.
Artículo publicado en el suplemento SEMANA, diario El Tiempo, domingo 9 de octubre de 2011.