Nota publicada por Juan Manuel Hurtado en la Revista Semana Económica en su versión web.
Por Luis Miguel Absi. 25 agosto, 2014.Alguna vez se preguntó ¿por qué, a pesar de todas las políticas públicas del gobierno, muchos peruanos siguen siendo pobres? ¿O por qué las personas no siempre siguen los tratamientos médicos a pesar de que el seguro les cubre todos los costos médicos? ¿O por qué hay personas que van al gimnasio en su carro en vez de ir en bicicleta? ¿O, finalmente, por qué las personas ocupadas son las que agregan más pendientes? Todas esas preguntas son las que intenta responder la economía del comportamiento, una de las disciplinas más jóvenes de esta ciencia, y que busca aplicar técnicas y experimentos psicológicos para verificar el comportamiento económico. Uno de sus principales exponentes, en la actualidad, es Sendhil Mullainathan.
Mullainathan, economista y profesor de Harvard University, realizó una ponencia ayer en el Hotel Hilton, gracias a Videnza Consultores, SAB Miller y la Universidad de Piura. Allí dio tres recomendaciones para mejorar las políticas públicas: reconocer que las personas no siempre se comportan como pretenden, que la gente no siempre tiene los mismos patrones y que tiene un “ancho de banda limitado”. ¿Qué significa esto último? Que su tendencia natural es enfocarse en lo urgente antes que en lo importante. Por ello, una persona pobre (por ejemplo) pide préstamos a tasas altas. Así, elige algo urgente [obtener dinero] en lugar de otras opciones que tal vez se acomodan mejor a su perfil de riesgo-rentabilidad.
La economía del comportamiento es una disciplina muy joven. ¿Qué recomendación les diría a aquellos escépticos en aplicarla a las políticas públicas?
Es engañoso pensar en ‘economía del comportamiento’ [como una ciencia]. La manera más fácil de verlo es con el ejemplo de los sectores de servicios. Si estás en ese sector, tu meta es enterarte de la psicología de la gente que compra tu producto. Si estás en el gobierno, también das servicios. Como consecuencia, tu única meta debería ser entender la psicología del consumidor.
Sin embargo, a veces el gobierno olvida eso, pese a que los políticos son proveedores de servicios. La economía del comportamiento involucra a las políticas públicas, con el fin de entregar servicios más orientados al consumidor. Me parece que hay un movimiento hacia el empoderamiento del consumidor y del votante, y los políticos deberían estar pendientes de ello.
Usted habla del concepto de “ancho de banda”. ¿Cuál es el significado que tiene para usted y qué implicancias tiene para sus investigaciones?
El “ancho de banda” (bandwidth) es la capacidad que tenemos de pensar los diversos conceptos con claridad, de tener autocontrol, tu capacidad primordial para estar consciente. Esta capacidad es limitada.
Algunos ejemplos que tenemos de mis investigaciones propias y de otros son: tienes un proyecto que entregar mañana, pero en la noche debes ir a ver a tu hijo, que tiene un partido de fútbol. Deberías estar presente [mentalmente] compartiendo con tu hijo, pero parte de tu mente está en el proyecto de mañana. La esencia del “ancho de banda” es que no puedes controlar donde estará tu mente, y aunque es limitada, no puedes controlar a donde irá. Otras cosas, como el proyecto aparte, pueden determinar a dónde va tu “ancho de banda”.
En la conferencia de ayer dijo que existen diferencias entre lo que una persona piensa hacer y lo que hace realmente. ¿Cómo resolverlo, para el caso de las políticas públicas?
La distancia entre lo que pensamos hacer y lo que realmente hacemos es enorme. Por ejemplo: a qué hora nos levantamos, comparado con a qué hora nos queríamos levantar. A veces peleamos con nuestras parejas, y aunque tenemos la intención de calmarnos la próxima vez que la situación se ponga complicada, igual solemos pelear más. Es una característica básica de la vida humana.
Muchas veces hay tensiones por eso, y creo que las políticas públicas podrían ser mejores si nos damos cuenta que muchos problemas relacionados están en este dominio: mucha gente intenta comer sano y no lo hacen, las microempresas intentan formalizarse, pero luego ven toda la papelería qué hay que hacer y el peso enorme que significa, y no lo hacen.
En su último libro “Scarcity”, menciona dos frases: “la escasez es una trampa” y “la escasez tiene una lógica detrás”. ¿A qué se refiere?
Hay algo que me parece sorprendente: ves a una persona con poco dinero, a una persona a dieta [con falta de calorías] y a un CEO ocupado con falta de tiempo. Podrías pensar que ellos no tienen nada en común entre sí, pero en realidad, la psicología que ellos comparten es la misma. La escasez, cualquiera que tengas, parece ser igual para todos. Eso significa que la escasez tiene una lógica detrás. Uno pensaría que la pobreza depende la cultura, que el manejo del tiempo es diferente, pero todo ello [cómo manejarte cuando tienes poco de algo] no parece ser así.
Por otro lado, aunque la psicología de la escasez tenga beneficios, estos son socavados por nuestro propio comportamiento, que refuerzan la escasez. Por ello, las personas ocupadas continúan ocupadas: el beneficio es que son más productivos mientras se acercan a sus deadlines. Y así: los pobres continúan siendo pobres y la gente en dieta no prospera. Esta lógica de la escasez —que perpetúa el comportamiento— es una trampa. Esa es la esencia.
La economía del comportamiento ha tendido a refutar los supuestos de la economía tradicional. ¿Conoce algún ejemplo donde los experimentos confirmen la teoría?
Se me ocurre uno muy básico: en lo laboral, hay muchas motivaciones para dejar un trabajo, pero —la verdad— una de las principales es la monetaria. La economía tradicional te diría que los incentivos importan. La economía del comportamiento también te diría lo mismo.
Hicimos un experimento con gente que recién ingresa a un trabajo. Todos tenían problemas de autocontrol. Sentían que tenían que trabajar mucho, pero al final no lo hacían. Otro hallazgo que encontramos fue que los incentivos importaban: a mayores incentivos, la gente trabajaba más. La economía y otras ciencias se ajustan a eso. No significa que la economía esté mal, sino que está incompleta. Los incentivos son un ejemplo perfecto: en la realidad, no sólo los incentivos importan, pero eso no significa que los incentivos no importen para nada.