Por Andrés Garay Albújar.
Por Julio Talledo. 20 febrero, 2012.Los asombrosos retratos del fotógrafo ayabaquino Rubén Quevedo se expondrán por primera vez como parte de la Bienal de Fotografía de Lima de marzo a junio. Imperdible oportunidad para retroceder en el tiempo y disfrutar de este hallazgo.
Cuenta la historia familiar que Rubén Quevedo Timoteo (1894 – 1989) vivió en Piura aproximadamente en 1910, estancia en la que hizo parte de la secundaria en el colegio Salesiano, antes de volver a su natal Ayabaca en 1912. Este tiempo fue crucial porque empezó a destacar precozmente como músico, y, especialmente, porque, como recuerda su hijo Jorge, se relacionó con el fotógrafo piurano Pedro Montero, quien le proporcionaría conocimientos de fotografía.
Quevedo fue un hombre culto preocupado por el devenir de Ayabaca. En los años 20 destacó como músico en el pueblo y en zonas fronterizas con Ecuador, e ingresó al Magisterio con especialidad en Historia; en los años 30 fue colaborador del diario piurano El Tiempo y fundó, con el Dr. Hildebrando Castro Pozo, la Célula del Partido Socialista del Perú, base Ayabaca; posteriormente dirigió la banda de músicos y fundó la biblioteca comunal. Ha dejado al menos cinco libros inéditos de historia local y música propia. Sin embargo, tuvo en la fotografía el medio ideal para ahondar en el alma de su pueblo.
“Vamos a fotear”
Como fotógrafo, Quevedo estuvo centrado fundamentalmente en el retrato desde que se inició en 1917. Por los modos de fotografiar, Quevedo conocía bien las posibilidades del retrato. En su casa habilitó un estudio con telones de fondo, una silla o accesorio y con luz natural difusa. La relación de proximidad que establecía con sus modelos le permitió lograr retratos que dejaban satisfechos a sus clientes al verse representados en dimensiones artísticas desconocidas. Quevedo hizo posible que los ayabaquinos aceptaran a la fotografía como una costumbre nueva. Puso de moda en la localidad la expresión “vamos a fotear”, en clara alusión a lo divertido y mágico que resultaba posar para el fotógrafo.
Además de realizar retratos para documentos de identidad, fotografió en exteriores. Los retratos grupales de reuniones y agasajos familiares muestran su capacidad para componer y caracterizar a cada individuo dentro de un grupo mayor. Los gestos, posturas, detalles decorativos y el tratamiento de la luz dan cuenta del cuidado por la imagen y la información complementaria del lugar. Estos acabados los aplicó también en retratos de interés más general, como la llegada del primer automóvil a Ayabaca en 1935, los futbolistas, la visita de autoridades procedentes de Piura y diversas actividades.
El archivo de Rubén Quevedo está compuesto básicamente por placas negativas de vidrio con las que trabajó aproximadamente entre 1917 y 1940; y negativos de acetato de formato medio y pequeño. Su hijo Jorge Quevedo siguió con el oficio, así como Carlos, el nieto, quien ha rastreado la biografía de su abuelo. Ambos han tenido el acierto de conservar este singular acervo.
Retrato y sociedad
El retrato es por naturaleza el género a través del cual las personas encuentran su expresión más social. Si bien los retratos de Quevedo cumplieron un rol comercial al haber sido productos de un oficio, al ser una fuente oriunda del pueblo contribuyen significativamente al entendimiento de la historia local. A pesar de la pobreza material del lugar y de lo que podría llamarse hoy una exclusión social determinada por la geografía, es evidente que en los ayabaquinos había un sentimiento pujante por alcanzar estándares de modernidad, por vestir a la usanza hispana y urbana, por retratarse de forma bella y por dejar, finalmente, una prueba de su remota existencia. Un pueblo sin fotografía puede quedar en el olvido permanente; por eso, el retrato fotográfico es un refugio ideal que puede salvar su memoria y su historia.
Estamos ante un eslabón importante para comprender con mayor hondura la cultura visual en la historia moderna del Perú, que si bien ha tenido en los retratistas sur andinos (Arequipa y Cuzco) únicos exponentes en cuanto a la genialidad artística y habilidad empresarial, se demuestra por lo encontrado en Ayabaca que ha habido también una sensibilidad cultivada en el norte peruano. Este proyecto es posible gracias al Centro de la Imagen, Diario El Tiempo, RANSA, Caja Paita y Universidad de Piura.
Andrés Garay Albújar.
Docente.
Facultad de Comunicación.
Universidad de Piura.
Artículo publicado en el suplemento El Dominical del diario El Comercio, el 12 de febrero de 2012.