Quizá el antiguo Colegio San Miguel es el edificio más representativo de la ciudad de Piura. Entre sus paredes se dieron muchos episodios de la historia de esta ciudad. En su primera construcción en la época colonial, funcionó como escuela de oficios a cargo de una orden religiosa y desde entonces se han suscitado varios […]
Por Pedro Escajadillo. 11 mayo, 2015.Quizá el antiguo Colegio San Miguel es el edificio más representativo de la ciudad de Piura. Entre sus paredes se dieron muchos episodios de la historia de esta ciudad. En su primera construcción en la época colonial, funcionó como escuela de oficios a cargo de una orden religiosa y desde entonces se han suscitado varios usos: convento, colegio, cuartel militar y, en los últimos años, ha sido usado como sede de entidades públicas.
Del edificio original probablemente ya quede muy poco o nada, pues el pasar de los siglos y los desastres naturales, además de los cambios de uso, han obligado a que la construcción vaya cambiando. No podemos afirmar tampoco que se trate de un edificio de un alto valor arquitectónico ni artístico, pero si tiene un valor histórico y testimonial innegable, que ha servido para ser declarado como monumento y estar presente en la memoria colectiva de muchos piuranos y piuranas que se formaron en este inmueble.
El problema surge cuando se dejó de usar el edificio; la dejadez y la indolencia de nuestras autoridades y la complejidad que conlleva su declaratoria como monumento, hacen muy complicado intervenir en él para salvarlo y conservarlo. Pero no es imposible, quizá si hubiera la decisión política y el reclamo de la población para proteger este edificio, se podría salvar del deplorable estado en el que se encuentra. Se trata de que todos los piuranos lo asumamos como parte de nuestra ´herencia´.
El proyecto para la puesta en valor del antiguo Colegio San Miguel espera desde hace tiempo para ser ejecutado; en él, se le dotaría al edificio de un nuevo uso cultural, acorde a los tiempos actuales. Un centro que puede convertirse en un punto de encuentro de la población, donde los ciudadanos no solamente encontrarían su historia y su cultura, sino donde podrían seguir generando identidad.
Es nuestra responsabilidad salvar este edificio agonizante, nos suplica que no lo dejemos morir, o por lo menos que no dejemos que su existencia haya sido inútil. No dejemos que la indiferencia nos gane y se pierda este invaluable edificio y evidencia –aún viva– de la piuranidad.