El Perú está siendo visto como una de las economías mundiales que más crecería hasta el año 2050. En algunos aspectos, es obvio notar este crecimiento, a simple vista, porque el surgimiento de edificios de viviendas u oficinas, la apertura de locales comerciales y la proliferación vehicular delatan dicho crecimiento. Lo mismo ocurre en algunas […]
Por José Ricardo Stok. 31 mayo, 2012.El Perú está siendo visto como una de las economías mundiales que más crecería hasta el año 2050. En algunos aspectos, es obvio notar este crecimiento, a simple vista, porque el surgimiento de edificios de viviendas u oficinas, la apertura de locales comerciales y la proliferación vehicular delatan dicho crecimiento. Lo mismo ocurre en algunas ciudades del interior del país.
Desde los 90 venimos con un crecimiento económico constante, con indudables beneficios, y que genera admiración a nivel mundial. Pero, ¿es este crecimiento el que beneficia a la población de un país?
El crecimiento económico es un eslabón de una cadena compleja que es el desarrollo de una sociedad; y no existe genuino desarrollo si lo económico no repercute en una mejora en el bienestar social. Es más, me atrevería a decir que uno sin el otro terminará afectando al primero. Por esto se entiende muy bien la preocupación del Gobierno de promover la inclusión social. Y es también evidente que aún quedan muchas carencias sociales por resolver, a la par que se aprecia una mayor distancia entre los que tienen más y los que tienen menos.
El verdadero desarrollo social se logra no solo con crecimiento económico, sino también con mejoras sustanciales a nivel sanitario, educativo, cultural, laboral, con paz social.
La existencia de esas deficiencias no es argumento para obstaculizar el crecimiento económico; quienes pretenden que se distribuya más riqueza deben comprender que antes hay que generarla; sostener lo contrario es una miopía muy grande, que se nutre de la ignorancia de unos y de la mentira de otros.
También es importante notar que el subdesarrollo cultural no necesariamente está relacionado al aspecto económico. Basta moverse por las calles de nuestra ciudad para comprobar altos niveles de incultura que circulan en magníficos automóviles.
El desarrollo integral de la persona es lo que hace sostenible el desarrollo económico. Para esto hay que trabajar, en primer lugar, en mejorar el nivel de nuestra educación. Los maestros deben tener no solamente una buena preparación, sino, y esto es mucho más importante, una verdadera vocación docente que se traduce en el compromiso por el aprendizaje de los alumnos. Hay que pagarles mejor, pero hay que comprobar no solo que saben, sino que además se preocupan. Un bono de productividad podría despertar a algunos aletargados maestros.
La mejora de la salud requiere de médicos que cuenten con mejores instalaciones y equipos, y también que tengan un genuino deseo de curar.
Pero dado que el Estado no puede hacerlo todo, ni conviene que lo haga todo, debe incentivar y crear condiciones para que el sector privado asuma estas responsabilidades. El principio de subsidiariedad, consagrado en la Constitución, debe ser más y mejor aplicado.
El lamentable alto nivel de corrupción que existe no es privativo del sector público; también lo hay, y bastante, en el sector privado, solo que no aflora, o no es noticia. A veces, se comete el error de creer que es un problema de ciertas instituciones: es un problema social, que muestra la vulnerabilidad de la persona, que cede a un desmedido afán de tener más.
Lo que hace sostenible el crecimiento económico es un adecuado balance en todas las facetas de la vida social, de la misma manera que el buen crecimiento de un niño no es solo en su cuerpo, sino en sus conocimientos, en su emotividad, en su capacidad de querer, en su preocupación por los demás y en respetarlos, en decir la verdad, en su honradez. Crecimientos disparejos solo generan pequeños monstruos.
PAD Escuela de Dirección.
Universidad de Piura.
Artículo publicado en el diario Gestión, martes 29 de mayo de 2012.