Tengo que confesar que desde niño he tenido fascinación por la naturaleza: animales y plantas. Me alentó mucho mi querido abuelo, Luis Antonio Eguiguren Escudero, humanista piurano, quien públicamente había expresado: He recibido de mi Patria un solo y gran privilegio, el haber nacido en San Miguel de Piura. ¡Bendita sea mi tierra natal! Yo […]
Por Luis Eguiguren. 05 junio, 2012.Tengo que confesar que desde niño he tenido fascinación por la naturaleza: animales y plantas. Me alentó mucho mi querido abuelo, Luis Antonio Eguiguren Escudero, humanista piurano, quien públicamente había expresado: He recibido de mi Patria un solo y gran privilegio, el haber nacido en San Miguel de Piura. ¡Bendita sea mi tierra natal! Yo tenía 4 años, cuando me regaló un libro sobre la vida de los animales, con muchas imágenes. Me reunía con él para que me lo leyera, lo hacía con tanto afecto.
Cuando aprendí a leer, mi abuelo me regaló más libros sobre la naturaleza, que aprecié muchísimo. ¡Qué me diría si nos encontráramos en el hermosísimo medio natural que es hoy el campus de la Universidad de Piura! Una interesante expresión del ecosistema original del entorno silvestre de Piura: el bosque seco subtropical.
A los 17 años, en mi primera visita a Piura (1973), de pocos días; y luego, cuando volví para quedarme (marzo de 1988) tan a gusto durante 21 años, me causó gran admiración la biodiversidad de esta querida tierra, que he conocido en el campus de la UDEP. Me permito ahora relatar mis vivencias, a través de El Tiempo, tan valioso medio de expresión para los piuranos de corazón, que se aproxima a sus 100 años al servicio de nuestra Región.
En mi primera visita, me asombraron las numerosas y grandes lagartijas que habitaban los arenales, en las inmediaciones del pequeño Edificio Principal de entonces. Como limeño, de nacimiento y crecimiento, nunca había visto en vivo y en directo tales grandes y hermosos saurios, llenos de vivacidad, con su cabeza color turquesa. Después de ese corto viaje, escribí con entusiasmo un artículo titulado: “Las lagartijas del Campus”, que publiqué en el periódico mural del Centro Cultural Universitario Los Andes, en Miraflores, al que acudían también estudiantes de Secundaria de Lima. Incluí un dibujo, de una esbelta lagartija, que hice a mano alzada. Entonces, el tomar fotos era propio de expertos, las cámaras no abundaban como ahora; menos aún los medios para filmar, aunque aquella fauna y flora del naciente Campus de El Chipe, merecía todo un documental sobre su rico mundo silvestre.
Mi recreo en la naturaleza
Cuando me incorporé como profesor de la Universidad de Piura (1988) comenzó, en este campus, mi recreo intenso e inolvidable con la naturaleza de esta tierra; desde entonces, pude aspirar la agradable fragancia de los numerosos algarrobos, cuajados de sus dulces vainas. Ya entonces, me empezaron a fascinar las aves que habitan sus frondosas copas: El choqueco, con su alocado griterío y sus nidos tejidos de ramas secas; el chilalo, pulcro personaje de majestuoso paso y figura de elegante, y tan distinguido al construir su magnífico nido de barro. ¡Nunca antes había visto a un pájaro hornero como este! En poco tiempo aprendí a distinguir su trinar, como el de otras notables aves del campus: los chiclones, con su facha de córvidos, acompañantes de los esforzados jardineros, dedicados al riego y cuidado del campus verde de la UDEP.
En este bosque también he avistado a las urracas piuranas, con su pecho blanco y su dorso de intenso color negro con visos azulados; y a los pájaros carpinteros, afanados en rápido movimiento helicoidal alrededor de los troncos, martillándolos sonoramente con su poderoso pico en búsqueda de sabrosos insectos. Los gorjeos de las soñas, que juguetean por doquier, destacan en los jardines. Más de una vez he apreciado a una soña blanca, capricho de la genética, indudablemente. Las aves de relucientes combinaciones de colores son un enorme atractivo en el follaje del campus. Las hay celestes, como las luisas; rojinegras, como las putillas; y más de una especie con plumajes que combinan hermosos tonos de amarillo y negro.
El legendario huerequeque, tan presente en el folklore norteño, también se ha dejado ver —no poco— en los bosques que rodean el edificio de Gobierno y la Facultad de Ciencias de la Educación. Al encontrar a esta ave zancuda, libre en su medio natural, me quedé francamente perplejo, y recordé a mi querido abuelo piurano, Luis Antonio, de quien escuché el dicho, bien de su tierra: “piernas de huerequeque”, aplicándonoslo a los niños que lo visitábamos con frecuencia, entusiasmados por la cálida acogida que nos brindaba.
¡Cuidado con el guaraguau!
Entre las aves del Campus Verde, merecen mención aparte las de presa. He podido contemplar lechuzas que hacen sus nidos en el piso arenoso y los vigilan atentamente de los merodeadores. También están los predadores diurnos: falconiformes de imponente vuelo; y el guaraguau, ave de rapiña con un grande y llamativo pico, que busca su alimento desplazándose a ras de tierra.
Entre los reptiles, se pueden apreciar los grandes pacasos que habitan los viejos algarrobos que rodean el local de la concurrida cafetería; también he podido admirar a la iguana. Queda imborrable en mí, el espectáculo de apreciar a una iguana cazando una lagartija. La iguana estaba atenta mirando un hoyo, hacia fuera de su madriguera, cuando pasó una lagartija. Rápida y ágil como el rayo, la iguana salió de su cueva flechada y corriendo en sus dos patas traseras alcanzó a la velocísima desdichada lagartija, apretándola con sus garras; luego, puso el cuerpo exánime entre sus poderosas mandíbulas dentadas. Con la presa a rastras, la vi regresar a su madriguera. Había contemplado algo inolvidable: a un reptil carnívoro, quizá lejano descendiente del famoso tiranosaurio rey.
Ardillas vs. huanchacos
Los mamíferos del bosque seco subtropical tienen también sus exponentes en el Campus de la UDEP. No olvidaré jamás otro espectáculo natural imponente: una tarde, sin proponérmelo, fui testigo extasiado de la lucha entre una ardilla de nuca blanca y un huanchaco. Este subía con parsimonia el tronco de un algarrobo, frente a los balcones del edificio Principal; la ardilla revoloteaba desesperada alrededor del único marsupial americano, carnívoro, tratando de interrumpir su lento ascenso. Observé este fenómeno por varios minutos. ¡Qué maravilla de la naturaleza!
Las funciones circenses que ofrecen las ardillas de nuca blanca, entre los coposos algarrobos, son dignas de mención. A los jóvenes universitarios y a todos los que frecuentamos esta Casa de estudios, nos complace tanto la gracia de los movimientos de estos arborícolas.
Otro mamífero representativo es el zorro. Principalmente en las noches tranquilas deambula por este Campus Verde —reliquia del hábitat desértico costero peruano— hoy enclavado en plena ciudad de Piura. Es un deleite ver a los zorros paseando, acompañados de sus crías.
Hasta los insectos que viven en el campus son admirables; entre ellos, las hormigas rubias, que se lanzan hábilmente de los árboles hacia los desprevenidos que están bajo sus copas, dando alguno que otro picotón, sufrible, con tal de seguir apreciando la vida silvestre.
En 1998, a raíz de las lluvias intensas provocadas por El Niño, pude apreciar el mayor insecto vivo que he tenido enfrente: un chinche acuático de casi 15 cm de largo y unos 7, de ancho. Caminaba derrengado sobre cuatro de sus extremidades, las posteriores. Las delanteras las agitaba por delante con gestos prensiles. ¡Qué insecto tan único tuve la oportunidad de observar en este refugio para la naturaleza de Piura, que es el Campus Verde de UDEP!
Facultad de Humanidades.
Universidad de Piura.
Artículo publicado en el suplemento SEMANA, diario El Tiempo, domingo 3 de junio de 2012.