Las lluvias no eran la única preocupación de los piuranos, en 1891. El Perú atravesaba una aguda depresión económica, hacía años. La plata era un rubro dominante de economía, y su precio había bajado notablemente.
Por Antonio Mabres. 27 mayo, 2016.El 1891 fue un año de lluvias extraordinarias, realmente catastróficas: “Los aguaceros del 29, 30 y 31 de marzo fueron tremendos, y cada uno más fuerte que el anterior. (…). El 4 volvió a llover; el 5 llovió más aún y el 6, día inolvidable, comenzó la lluvia a las 3:30 de la tarde para no concluir sino a las seis de la mañana siguiente”. (Víctor Eguiguren Escudero).
Ese año nació la Cámara de Comercio y Producción de Piura. Víctor Eguiguren Escudero, en un artículo publicado en El Comercio de Lima el 13 de abril de 1891, relata con dramatismo la situación de Piura, profundamente afectada por las lluvias de aquel año.
“… El (aguacero) del 6 de abril no ha dejado una sola casa sin daño. Toda la noche se oían ruidos siniestros que no alcanzaba a apagar el estrépito de la lluvia: eran paredes que caían, cielos rasos que venían al suelo, techos que fracasaban”, continúa Eguiguren.
Ya terminada la lluvia, no acabaron los problemas: “Al amanecer del 7 el agua (del río) llegaba al nivel del puente, que tenía 7.30 metros de altura… Durante 5 horas el puente resistió el empuje de la enorme masa de agua, de 150 metros de ancho por 8 de profundidad y con una velocidad de 15 millas por hora.
Como el río traía grandes palizadas, algunos hombres se ocupaban de separarlas para que no formaran represa y aumentara su presión.
(…) A las tres de la tarde se oyó un traquido horrible y un grito de espanto lanzado por miles de personas que estaban en ambas orillas; era que el río había destrozado el puente viejo (armado el 71), y que la vorágine formada al caer la enorme masa, hizo hundir los 16 valientes que se ocupaban de separar las palizadas (…)”.
Al final del artículo, junto a otras conclusiones, el autor afirma: “se cree general¬mente que no haya perecido ninguno de los que cayeron al agua al hundirse el puente”. Cierra esta sección, así: “Los 10 000 habitantes de Piura sufrieron 40 horas de pavorosa expectativa”.
El artículo también detalla los daños ocurridos en distintos lugares: “Puede afirmarse que los perjuicios sufridos por la propiedad urbana de Piura no bajan de la mitad del valor de dicha propiedad (…). El Tacalá ha quedado en completa ruina (…). En Catacaos los daños son inmensos. En Tambogrande se ha destruido las tres cuartas partes de la población; Sullana y la Huaca han sufrido muchísimo y Paita, más aún. De las poblaciones del interior no tenemos noticias, pues los caminos están intransitables.
Consecuencia de los daños causados en las haciendas y de la interrupción de los caminos es la escasez de víveres. Afortunadamente no hay carestía, pues tenemos buena carne a 12 y ½ centavos y arroz a 10 centavos libra. Pero fuera de esto no hay casi nada. Verduras ni se ven siquiera, y la yuca y el plátano, que son el principal alimento de las clases pobres, se encuentran rara vez y a altísimos precios”.
El nuevo puente
Las lluvias no eran la única preocupación de los piuranos, en el verano de 1891. El Perú atravesaba una aguda depresión económica, hacía ya años. La plata era un rubro dominante de economía, y su precio había bajado notablemente. La moneda era el sol de plata, y había muchos problemas derivados de su depreciación y de que no circulaba papel moneda o billete fiscal.
Sin embargo, los piuranos estaban acostumbrados a los vaivenes de la actividad agrícola y de la economía en general; y, no se vinieron abajo. Un grupo se movilizó de inmediato, sin duda secundando el sentir unánime de las autoridades y de la población, para adquirir un nuevo puente, superando con creatividad las dificultades.
Este, bien podría ser un antecedente de Asociación Pública Privada y un ejemplo de confianza: se identificó muy pronto el proveedor. Tres miembros de la cámara recién constituida hicieron la contratación: don Roberto S. Temple, don Carlos Schaefer y el Dr. Francisco José Eguiguren. Seguramente, otros gestionaron la aprobación en el Gobierno central.
¿El resultado? Un contrato con el inglés C. T. Findlay, aprobado por resolución suprema del 1 de diciembre de 1891. Pero –explica Jorge Eduardo Moscol Urbina (JEMU) en “100 años de la Cámara de Comercio y Producción de Piura– como C. T. Findlay no contrataba con instituciones oficiales (la Junta de Obras), las letras del puente fueron aceptadas por don Miguel Checa y encargadas de su cobranza por la firma Duncan, Fox y Cía. La última letra la pagó don Carlos Schaefer, concluye.
Fundación de la Cámara de Comercio
El 25 de marzo, un mes antes de constituirse la Cámara, el prefecto del Departamento, Coronel José María Rodríguez, destaca en un informe el “próspero movimiento en los años de abundantes cosechas, que siguen al de aguaceros, porque basta uno de estos en este fértil suelo, para asegurar el porvenir agrícola del séptimo”.
En este contexto, donde la esperanza primaba sobre los lamentos por las pérdidas causadas por la catástrofe, un grupo de piuranos fundó la Cámara de Comercio. Nació en el seno del Club Mercantil. Este, dice JEMU, “contaba con 66 socios, todos ellos hombres reposados que querían el progreso de Piura”. Más adelante menciona a quienes, después de un periodo de conversaciones informales, firmaron la citación para la reunión del 26 de abril, y de los que acudieron a ella, acordando la fundación de la cámara y encargando a una comisión, que presidió el Dr. Francisco J. Eguiguren, la elaboración de los estatutos.
A esa reunión asistieron bisabuelos y tatarabuelos de muchos de los piuranos de hoy. Se trabajó con diligencia, pues solo un mes después se obtuvo el reconocimiento “en virtud del Decreto Supremo del 25 de mayo de 1891, rubricado por el Ministro de Hacienda, Dr. Ismael de la Quintana”. De modo que la Cámara de Comercio de Piura fue la segunda del país en funcionar legalmente, después de la de Lima, aunque otras, como la de Arequipa, habían sido fundadas antes.
El 14 de junio de 1891, en asamblea convocada en la Municipalidad de Piura (Cabildo) se eligió el primer Consejo de Administración integrado por Henry Hilton Leigh (presidente); Carlos Schaefer (vicepresidente), Gonzalo de Varona (tesorero); Roberto S. Temple, Juan Palma, Juan Ignacio Seminario, Dr. Francisco J. Eguiguren, Dr. Nicanor Rodríguez y José Romero (consejeros) y Enrique Ramírez Gastón (secretario).
En 1893, siendo presidente don Enrique Barreda, hubo un paso institucional importante, que él relata en su memoria: “La Cámara de Comercio de Piura ha ensanchado su esfera de acción, recibiendo en su seno al elemento agrícola tan importante en este departamento, y modificando su nombre con el de Cámara de Comercio y Agricultura de Piura”. JEMU señala, además, que fue la primera Cámara del país en acoger agricultores; el primero que se asoció fue don Miguel Checa Checa. Cuando en 1971 se creó la Liga Agraria, dejó de tener agricultores. En la reforma de estatutos de 1974, toma el nombre actual: “Cámara de Comercio y Producción”.
A vista de los inicios, destaca más lo que está en su ADN: esa vocación de servicio a Piura, que sigue vigente y señala el rol que cumple en la actualidad.
(Extracto del discurso pronunciado en la Municipalidad de Piura por los 125 años de la Cámara de Comercio y Producción de Piura. Publicado en el suplemento Semana de El Tiempo. 22/05/2016).