Con el inicio de la anhelada Reconstrucción con cambios y la tarea ardua que tenemos por delante, se precisa contagiar esperanza, con la conciencia clara de que el principal cambio debe ser en nuestra actitud.
Por Antonio Mabres. 21 junio, 2017.Ante los retos y desafíos que nos demanda la reconstrucción, me permito mencionar algunos puntos de interés, que nos ayudarán a reflexionar sobre lo que sucedió, y qué actitud hace falta tener en adelante.
El Niño costero: una catástrofe inesperada
El Niño costero nos sorprendió. Una vez más, fallaron las previsiones de la comunidad científica nacional e internacional y, cuando todos temíamos una catástrofe por la sequía, vinieron lluvias abundantes en todo el litoral y en la ladera occidental de Los Andes, con aluviones y avenidas en los ríos y quebradas.
En la costa norte, tormentas y lluvias copiosas, inundaron las viviendas en cuencas ciegas de las ciudades, rompieron vías, aislaron poblaciones y dañaron cultivos. Finalmente, el 27 de marzo, el inesperado y trágico desborde del río Piura inundó la ciudad y una extensa zona del bajo Piura, incluyendo Catacaos, provocó cuantiosas pérdidas materiales y dejó en la miseria a muchas familias. Para colmo, sufrimos una emergencia sanitaria por la epidemia de dengue, todavía no controlada.
La magnitud de las lluvias en Piura ha sido menor que el 1983 y el 1998, y los daños diversos, pero no menores, sobre todo por el desborde del río y la secuelas de enfermedades. Repetimos con frecuencia: “no hay dos Niños iguales” y se ha corroborado una vez más: cada episodio ha tenido diferentes características e impactos. A posteriori, hemos visto la gran semejanza con el evento de 1925, otro episodio de Niño costero, que causó destrucción en nuestra costa, como muestran abundantes fuentes históricas.
¿Por qué no se predijo el Niño costero 2017?
En la mira de los científicos que hacen seguimiento de El Niño estaban los patrones de los episodios 1982-83 y 1997-98, que involucran un calentamiento anómalo en una gran extensión del Pacífico ecuatorial, desde el centro del océano hasta nuestras costas, y con efectos por todo el mundo: “Niño global”.
En esos grandes episodios, las alteraciones, que varían poco a poco y duran más de un año, se anuncian desde meses atrás; y producen lluvias en nuestra costa los meses del verano. Por esto, estas se predicen con mucha antelación. En cambio, en el Niño costero, la alteración es abrupta, solo en verano, por un calentamiento superficial y cercano al litoral, debido a la disminución de los vientos alisios del Sur.
En el 2015 se anunciaron lluvias para el verano de 2016, pues se estaba dando un calentamiento anómalo en el Pacífico ecuatorial central y oriental, muy similar al de 1997-98. Efectivamente, hubo un gran Niño global (2015-2016), pero que apenas afectó al Perú, porque los vientos alisios del Sur fueron muy fuertes y contrarrestaron el calentamiento en la costa.
Lecciones aprendidas
Una de las lecciones aprendidas es que debemos tomar conciencia de que nos falta mucho conocimiento de El Niño y, en particular, de sus efectos en nuestro país. Además, se evidenció la gran vulnerabilidad de nuestras ciudades, de las vías de comunicación y de la infraestructura en general que, por tercera vez en 35 años, no resistieron los embates de la naturaleza.
Aprendimos que no son suficientes las acciones de prevención cuando se anuncia un nuevo episodio de El Niño, entre otras cosas porque el Niño costero no avisa y porque, aún acertando en las predicciones, no bastan unos arreglos: los problemas son estructurales, debidos a malos materiales, insuficientes defensas, diseños inapropiados, etc. Se necesitan soluciones definitivas y seguras, a la medida de los riesgos que enfrentamos.
Por esto, es muy oportuno que el plan de reconstrucción lleve este añadido: “con cambios”. Necesitamos un gran cambio: ciudades seguras, que resistan esos niveles de lluvia; al igual que las carreteras, los puentes, y la infraestructura agrícola y de servicios (¡la EPS Grau!). Y, es preciso defender y mantener comunicada la población rural y alejada. En pleno siglo XXI, con tanta tecnología disponible, no podemos resignarnos con la precariedad.
Una Piura mejor, una actitud mejor
Queremos una Piura mejor. Es un clamor general, una aspiración legítima. Pero, para ello, hace falta un cambio de actitud de las personas, que acompañe la reconstrucción con cambios. Si queremos una mejor ciudad, empecemos por ser mejores ciudadanos, que cumplen sus deberes y saben exigir sus derechos.
A raíz de la emergencia, después del desborde del río, se produjo un movimiento de solidaridad realmente admirable en todo el país. Puedo hablar de lo que he visto de cerca, en la Universidad de Piura. Aprovechando los días de suspensión de actividades académicas, un grupo de profesores, personal administrativo y muchos alumnos voluntarios se organizaron, junto a Piura en Acción, para distribuir las ayudas que llegaban a Todos Somos Piura, sobre todo de Lima, gracias a diversos aliados. Realmente ha sido ‘una sola fuerza’, como reza uno de los eslóganes que todavía se repite.
Necesidad de superar el desánimo
Ese cambio de actitud en los piuranos necesita esperanza. Es fácil sucumbir al desánimo ante los muchos y persistentes problemas, pero hay que sobreponerse. La Piura que queremos construir exige que confiemos, que reconozcamos que muchas cosas han mejorado, sobre todo en el plano económico y laboral, y que otras, irán mejorando.
Un ejemplo es Guayaquil, que hace unos decenios era una ciudad desordenada, fea y hasta ingrata de visitar, y hoy es moderna y hermosa. El cambio no demandó muchos años, y uno de los artífices fue un arquitecto peruano. ¿Por qué no puede pasar esto con Piura?
Otro riesgo es quedarse en la permanente queja, buscando culpables (siempre en los demás) y tratando de justificar la inacción. Hace falta un esfuerzo de todos, procurando sumar, respetando las diferencias y reconociendo los aportes de otros y hasta comprendiendo sus límites.
Termino, con un ejemplo alentador. Desde hace un año, se ejecuta un proyecto financiado por Concytec y liderado por la Universidad de Piura: la “Agenda Regional de Piura”, en el que trabajan intensamente profesionales del Gobierno regional, de la Cámara de Comercio de Piura, de UNP y UDEP. Se ha logrado un equipo proactivo y bien compenetrado, que ha convocado a las diversas instituciones y sectores, y va llegando a buenos diagnósticos y planes de trabajo futuro. Y esta es solo una de las tantas otras iniciativas y opiniones, que aportan al desarrollo humano de la Región: a su quehacer educativo, cultural, político y económico.