"Selfies" van y "selfies" vienen. ¿Qué buscamos con ellos? El doctor Juan Pablo Viola, de la Facultad de Humanidades, reflexiona al respecto.
Por Juan Pablo Viola. 24 mayo, 2018.Mil fotos por segundo se suben a la red social Instagram. Muchas de ellas, selfies. ¿Por qué nos gustan tanto las autofotos? ¿Qué significa esta moda del hombre del siglo XXI? ¿Dice una selfie todo lo que soy yo?
Hay una verdad fundamental respecto del fenómeno selfie: no es lo mismo la imagen que me hago de mí mismo que mi “mismidad”. Esta, simplemente, no puede ser retratada.
La gente cree, acrítica e ilusamente, que a través de un perfil de Facebook puede conocer a alguien a la perfección; sin embargo, esto es propio de una civilización de “ingenuotes” (parafraseando al famoso personaje Susanita de Quino).
Es innegable que podemos mejorar nuestra propia imagen de cara a los demás, especialmente si estamos en busca de un trabajo o de obtener algún beneficio, pero si para eso recurrimos solamente a la magia mentirosa de una selfie, termina siendo, en el mediano plazo, un autoengaño.
Por otro lado, el self, es decir, el yo, no puede ser retratado. Solo podemos dar una leve idea de nuestro yo, es decir, de nuestra intimidad, interioridad e incluso de nuestra biografía, a través de lo que se muestra de nosotros. Mi imagen no traduce mi yo, trasluce lo que yo interesadamente dejo ver de mí, pero muy limitadamente.
Se podría decir, entonces, que a mayor cantidad de selfies, mucho mayor puede ser luego la desilusión. Además, una persona que se empeña demasiado en transmitir lo que es a través de su imagen y no a través de, por ejemplo, el diálogo y el trato cara-a-cara, puede estar sufriendo de baja autoestima o incluso de egocentrismo. Como dice en una de sus últimas canciones el cantautor Joaquín Sabina: “Dejé de hacerle selfies a mi ombligo, / cuando el ictus lanzó su globo sonda, / me duele más la muerte de un amigo / que la que a mí me ronda”. Cuando estuvo al borde de la muerte, Sabina dejó de centrarse en sí mismo y, gracias a eso, hoy se siente más altruista.
La cultura del selfie debe ser ubicada y resignificada. Decir quién eres no le toca a la selfie: te toca a ti, con todas tus potencialidades de persona. Aunque, claro, es más fácil apretar el botón del celular y sonreír.