Por Karent Urízar González.
Por Julio Talledo. 02 mayo, 2011.“Enfrena la lengua, considera y rumia las palabras antes que te salgan de la boca”. Esta advertencia aparece en “Don Quijote de la Mancha”, célebre novela en la que encontramos muchos refranes. Estos, como lo dice el mismo protagonista, “son sentencias breves, sacadas de la experiencia y especulación de nuestros antiguos sabios”. Tradicionalmente, el campesino recurría a los refranes para solventar sus limitaciones culturales y lingüísticas. Los dichos populares permitían a Sancho Panza manifestar sus opiniones y justificar su conducta, de forma rápida y sencilla, ante su muy leído amo.
A lo largo de la obra, los personajes nos dejan numerosos consejos en forma de dichos y refranes, aunque el mismo don Quijote advierta que “el refrán que no viene a propósito antes es disparate que sentencia”. Sabemos que Sancho recurre a ellos continuamente, y por eso también le advierte que “cargar y ensartar refranes a troche moche hace la plática desmayada y baja”.
Sabemos que Cervantes es conmemorado en el Día del Idioma, celebrado ayer, 23 de abril; aunque, con toda la inquietud de las elecciones y, ahora, la calma de Semana Santa, es natural que muy pocos se hayan acordado de esto, fuera de los colegios. También habrá quien piense que celebrar este día no es tan importante. No siempre valoramos lo suficiente el hecho de emplear una forma de expresión, no mejor ni peor por sí misma que cualquier otra como el inglés, el árabe, el quechua o el eslovaco, pero que nos abre las puertas de la comunicación, y con ella del entendimiento, con más de veinte naciones y cerca de quinientos millones de personas de todo el mundo. Un idioma, por tanto, que en muchos lugares nos hace ser menos extranjeros.
El “Quijote” es una novela que hasta hoy asombra por la riqueza y complejidad de su contenido, su estructura y técnica narrativa. Admite muchos niveles de lectura e interpretaciones diversas como obra de humor, de crítica a la condición humana, de lucha trágica entre la realidad y el deseo, etc. Además, constituye una asombrosa lección de teoría y práctica, literarias y lingüísticas, donde a menudo se discute sobre libros, cómo narrar historias y usar nuestro lenguaje.
Encontramos varias ideas referidas a esto último, como la de nuestra primera línea, donde Don Quijote aconseja pensar antes de hablar porque, como dirá después, “en la lengua consisten los mayores daños de la vida humana”. También afirmará “más vale una palabra a tiempo que cien a destiempo” y que “la pluma es lengua del alma: cuales fueren los conceptos que en ella se engendraren, tales serán sus escritos”.
Sancho divierte por sus preguntas, y también por sus frecuentes errores al hablar. Su defensa cuando lo corrigen suena muy actual: “no importa: yo me entiendo, y sé que no he dicho muchas necedades en lo que he dicho; sino que vuesa merced, señor mío, siempre es ‘friscal‘ de mis dichos, y aun de mis hechos.
-Fiscal has de decir -dijo don Quijote-, que no friscal, prevaricador del buen lenguaje…”
Este severo Don Quijote da también lecciones sobre la historia de varias palabras o buenos consejos de estilo: “habla con reposo, pero no de manera que parezca que te escuchas a ti mismo; que toda afectación es mala”, y reitera “llaneza, muchacho; no te encumbres, que toda afectación es mala”. Y, como no podía ser menos, nos anima a la lectura: “el que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho”. Así que ya saben, para aprender nuestro idioma hay que familiarizarse con los libros, que “no hay libro tan malo que no tenga algo bueno”.
* Docente. Facultad de Humanidades. Universidad de Piura.