Por Luz Elvira González Umeres.
Por Julio Talledo. 02 mayo, 2011.Acabo de tener un interesante diálogo con mis alumnos del Seminario de Doctrina Social de la Iglesia, de la Facultad de Comunicación y de la Facultad de Humanidades, de la carrera de Historia y Gestión Cultural, con quienes venimos estudiando varios textos de Juan Pablo II, de la Laborem Excersens, impregnados de fuerza impactante, tanto para el mundo del trabajo, como para el mundo de las ideas contemporáneas.
Una de esas ideas fuertes la denomina valor subjetivo del trabajo. Al intentar entenderla, el concepto nos derivó a una consecuencia: la inexistencia de clases sociales para el futuro. En efecto, las clases sociales nacidas de la antigua división del trabajo en dos tipos, el intelectual y el manual, partieron la sociedad en grandes bloques: uno, los esclavos – que hacen los trabajos manuales usando la fuerza física- y otro, los libres, que trabajan con las fuerzas de la inteligencia.
No voy a entrar a explicar más este panorama del futuro de la sociedad occidental. Me referiré a otras consecuencias también impactantes, relacionadas con la llamada cuestión social, es decir, el conjunto de problemas económicos, políticos y sociales derivados de los conflictos del siglo XIX entre el capital y el trabajo.
Una de esas consecuencias es la aparición de las ideologías. Siguiendo a un experto en la Doctrina Social de la Iglesia, Ibáñez Langlois, nos detuvimos con los alumnos a reflexionar sobre la definición de ideologías, que dice, “la ideología es un sistema de ideas simplificado para el uso de la masa y con fines de conquista y ejercicio del poder”. Está demás decir, que las preguntas de los universitarios han versado sobre estas semanas de campañas electorales, sobre hechos reales, ideas y dichos de diferentes candidatos a la presidencia de la república del Perú. Pero, a renglón seguido, al terminar la clase uno me decía, “voy a seguir la especialidad de Filosofía cuando acabe la carrera, porque la filosofía permite una lectura transparente de las ideologías de los partidos políticos”.
Hemos analizado, en su momento, al liberalismo, una de las ideologías más influyentes en la vida política del mundo contemporáneo. Han quedado claras las reducciones antropológicas de las que parte, y a las que Juan Pablo II subraya como básicas: ha desaparecido la visión del hombre como persona y se sobredimensiona el papel en la vida humana de los bienes materiales, también en la exagerada concepción de la libertad individual, que los liberales colocan como sustituto del Absoluto, es decir la libertad individual no tiene frenos ni límites de ninguna especie. Es una especie de semidiós.
Obviamente hemos continuado analizando otra ideología, el nacionalismo. A los estudiantes les sorprendió caer en la cuenta de que es europea, no sabían por qué, pero pensaban que era peruana. Se sorprendieron más cuando se dieron cuenta de que el nacionalismo fue influido fuertemente por el liberalismo, del que heredó la noción del hombre. Entre otros aspectos propios, el nacionalismo busca la libertad soberana para la propia comunidad, la nación, y coloca esa libertad soberana en el lugar que ocupaba el Absoluto; es decir, el nuevo dios de los nacionalistas será el Estado Nación. Se sorprendieron aún más al ver que el nacionalismo aspira a ser una religión cívica, por eso exige de sus miembros jóvenes una devoción total, que lleva incluso a dar la vida en las guerras. Utilizando fibras sensibles del corazón humano hacia bienes reales como la patria, la familia, las tradiciones, las costumbres, de cada quien, el nacionalismo las usa y las dirige a sus propios fines, de dominio político esencialmente. No me he detenido en el caso emblemático del nacional socialismo alemán, pero lo haré en las próximas clases.
* Filósofa. Profesora. Facultad de Humanidades. Universidad de Piura.