Tener un conocimiento real de nuestro pasado abarca valorar sus glorias y aceptar sus episodios oscuros, solo de esta manera, y con la formación de un pensamiento crítico, podremos entender y despertar el verdadero patriotismo.
Por Daniela Cerna. 28 julio, 2019.¿Patriotismo o nacionalismo? Son dos conceptos que, a simple vista, parecen significar casi lo mismo, pero que una delgada línea separa: aquella que diferencia el orgullo nacional del chauvinismo, la creencia narcisista de que lo propio del país es superior a otros en cualquier aspecto, denigrando al resto.
El nacionalismo, según la doctora Elizabeth Hernández, docente de historia en la Universidad de Piura, es un movimiento que se centra en las características propias de lo que se identifica como comunidad nacional, características relacionadas a la lengua, costumbres, historia, e incluso, tiempo atrás, a un tipo racial. Estos elementos se consideran elementos que otorgan superioridad a una nación respecto de las otras.
Por otra parte, indica que, el patriotismo es un sentimiento de amor a la patria que también se identifica con una comunidad con elementos identitarios como la lengua y las costumbres, pero que acepta la crítica y los aspectos no tan positivos de su cultura, y, por lo tanto, no es un sentimiento que tenga que ver con superioridad o inferioridad.
“El patriotismo tiene que ver con integración, multiculturalidad, inclusive con cariño. Esto es lo que lo diferencia del nacionalismo; que se basa en la rivalidad y en la confrontación. Por eso, el nacionalismo es, en esencia, negativo, a diferencia del patriotismo”, señala Hernández.
En torno a este tema, recientemente, el portal Gallup realizó una encuesta para encontrar a los países “más patriotas” del mundo, para lo cual, consultaron a sus habitantes si estarían dispuestos a luchar por su país. Para sorpresa, quizá de muchos, el Perú ocupó la segunda posición de Latinoamérica, ubicándose solo detrás de Panamá.
En la encuesta, el 60% de los peruanos respondió que estaría dispuesto a ir a la guerra por su país; pero, ¿es esto realmente un indicador de amor a la patria o un simple compromiso moral?
“Es fácil decir ‘sí, me iría a la guerra por mi país’ cuando el país no está en guerra. Las décadas del 80 y 90 demostraron que, si bien hubo muchos peruanos que por instinto de supervivencia se alejaron del Perú o se invisibilizaron políticamente, hubo muchos otros que se quedaron y lucharon contra la corrupción, tal como vemos ahora. Ese es el verdadero patriotismo. En nuestro caso, el patriotismo es amor al Perú, que se tiene que demostrar en acciones cotidianas, muchas de las cuales pasan, por ejemplo, por sentirse peruanos durante los partidos de vóley o fútbol, pero otras pasan por decisiones que implican un compromiso mucho mayor, como una elección presidencial, la denuncia de cualquier tipo de discriminación, o el querer saber más y mejor de tu propia historia”, indica Hernández.
El precio de la historia
“No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños”, decía Cicerón, revalorando, en tan sencilla frase, la importancia de conocer la historia.
Sin embargo, tener un conocimiento real de esta abarca aceptar que tiene episodios oscuros. “Es necesario que la historia se conozca bien y se enseñe mejor, con un sentido crítico. Nadie puede negar que nosotros estamos orgullosos de saber que vivimos en un país de historia milenaria, de un pasado remoto que nos ha legado muestras extraordinarias de arte monumental, o de ese pasado virreinal que nos hace tan peculiares en toda Hispanoamérica (…) pero, hay que ser muy críticos, no vale una historia solo de glorias, la historia tiene sus oscuridades, y episodios, negativos si se quiere, que tenemos la obligación de conocer. De esa manera nuestro orgullo nacional será eso, orgullo y no chauvinismo”, argumenta Hernández.
Además, mantenerse actualizados es también una tarea necesaria, ya que los avances en los descubrimientos históricos y en las reinterpretaciones de los procesos varían a lo largo del tiempo. La historia que se enseña en las escuelas y universidades puede ser diferente entre una generación y otra. El cambio en el conocimiento prehispánico, por ejemplo, fue significativo luego del Señor de Sipán y también luego del descubrimiento de la Señora de Cao.
“Desde hace varias décadas se vienen revisando aspectos como el de los procesos regionales de independencia previos a la consabida proclamación de la independencia de la capital, el regionalismo versus el centralismo en la historia, entre otros temas; de tal manera que nos toca actualizarnos constantemente, pues lo que aprendimos de historia puede cambiar de una década a otra, de un lustro a otro, de un día para otro”, comenta la especialista.
Conocimiento, pensamiento crítico y actualización, serían aspectos necesarios que no solo todo historiador debería desarrollar, sino también todo peruano; solo de esta manera, podría despertarse un auténtico orgullo nacional colectivo, que, más allá de basarse en palabras, se demuestre con acciones que nos encaminen a corregir los errores de nuestros antepasados y a revalorar sus aciertos, para plantearnos nuevos y mejores desafíos, para valorar a nuestra patria con sus virtudes y defectos, y, especialmente, para seguir haciendo historia con lo nuestro.