La propuesta de reforma constitucional de un gobierno fallido resulta un despropósito que debe ser rechazado y archivado por el Congreso.
Por Carlos Hakansson. 12 agosto, 2019.El anuncio presidencial al final de su mensaje anual por fiestas patrias para adelantar las elecciones generales, ha producido diversas razones que buscan explicar su decisión, desde considerar un virtuoso desprendimiento del jefe de estado para dejar el ejercicio del poder; una respuesta a una clara señal de agotamiento, hasta una formal declaración de incompetencia para continuar en el cargo.
La primera razón interpreta que la decisión responde al ejercicio de una virtud, cuando el mandato presidencial no es eterno, es un periodo que finaliza el 28 de julio de 2021; además, no se trata de demostrar que puede desprenderse en cualquier momento de su responsabilidad para gobernar, sino de servir mientras dure su periodo.
La segunda razón es de naturaleza médica, de ser el caso, el presidente debe renunciar y que el Congreso apruebe su decisión por mayoría absoluta (inciso 3, artículo 113 de la Constitución), para eso están previstos los vicepresidentes, para garantizar la continuidad del mandato. Y, la tercera, la razón más dura, revela un presidente sin estrategia, argumentos ni recursos humanos suficientes para atender varios frentes a la vez, el trabajo de todo estadista.
De las tres razones formuladas por los analistas políticos para explicar la decisión presidencial, todas se resuelven aplicando el inciso 3, artículo 113 y el artículo 115 de la Constitución, que establece el orden de susesión hasta la convocatoria de nuevas elecciones generales. Por eso, la propuesta de reforma constitucional de un gobierno fallido resulta un desproposito, debe ser rechazado y archivado por el Congreso.