¿Puede un robot escribir una sinfonía o convertir un lienzo en arte? Ya en los años 50, el científico Isaac Azimov avizoraba que la tecnología tendría cada vez más presencia en nuestra vida.
Por Roxana Hernández. 26 enero, 2020.A esos cuestionamientos podríamos agregar otros, como: “¿Puede un robot reemplazarnos o educar?” “¿Puede sentir emociones?”.
Es indiscutible el desarrollo que tiene la tecnología y no podemos listar todos sus logros porque muchos no son públicos. Conocemos sus efectos cuando son utilizados, los admiramos y, a la vez, tememos sus alcances, porque intuimos el impacto que podrían tener en nuestra vida. Sobre ello, Azimov se proyectó, incluyendo en su obra las normas que un robot debía respetar, que se resumen en que “no debe dañar a un ser humano ni dejar que sufra daño”. Muy lejos de la realidad ha quedado esa bien intencionada pretensión.
Hoy, la tecnología, bajo la forma de Inteligencia Artificial, impacta todos los ámbitos. Admiramos la velocidad del procesamiento de información en Watson, de IBM, programada para debatir con expertos en razonamiento y argumentación. Analizamos las sorprendentes respuestas de Sophia, el robot más adelantado del mundo, cuyo fabricante –Hanson Robotics– afirma que posee tres cualidades humanas: creatividad, empatía y compasión. Intentamos encontrar las diferencias entre humanos y androides en el proyecto Neón, de Samsung, y aquí dijimos ¡Alto! ¿Qué es todo esto?
Si una máquina muestra, como nosotros, la capacidad de ver, escuchar, comprender y aprender sobre el mundo, se le considera artificialmente inteligente; y, los científicos hablan de sistemas computarizados que mejoran, aprenden de sus experiencias y logran autonomía; por ejemplo, las repreguntas de Sophia en sus interacciones.
Pero, si bien una máquina puede ayudar con eficiencia en varios aspectos del aprendizaje, con algoritmos para calcular, descifrar un lenguaje, economizar el tiempo de corrección, usando el Machine Learning, etc., no podemos perder de vista qué es el ser humano: dotado de cuerpo y espíritu; inteligencia y voluntad, lo que lo hacen perfectible y trascendente. Un ser con alma racional única e individual, capaz de contemplar y ver con el espíritu, originando así el verdadero conocimiento. Esa perfección se da a través de la Educación en una emocionante interacción espiritual entre docente y estudiante.
Terminamos con un extracto de la entrevista a Sophia, de un diario español:
- ¿La conferencia de hoy te ha producido alguna emoción?
- –No, nada– dice con su voz enlatada.