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Oct

2011

Por Carlos Arrizabalaga Lizárraga

Por Carlos Arrizabalaga. 12 octubre, 2011.

Decía Manuel Seco que en cada uso que el periodista hace del idioma está ejerciendo de maestro y es verdad; no cabe duda de la responsabilidad que la prensa tiene en el destino del castellano y también por eso, a los profesores nos importa bastante vigilar y estar atentos a la gramática de los periodistas, no solo porque reflejan el uso habitual, sino porque también pueden alterarlo con sus lapsus, manías, despistes o atropellos.

Un caso concreto de “voces mal entendidas” es la desaparición de “sendos” en la prensa peruana y es que se echa en falta en titulares como este: “Dos niños heridos en partidos de fútbol”. Diríamos mejor: “en sendos partidos de fútbol”. Peor, luego explica que los dos niños se habían roto las piernas “en dos partidos distintos”, como si se las hubieran roto dos veces.

Parece que “sendos” o se usa pésimo o definitivamente ya no se usa, y es un indicador importante por la abstracción de su significado distributivo “uno cada uno”. Se nota aquí inmediatamente la falta de hábito lector y la pobreza de las lecciones gramaticales de nuestros modernos sistemas escolares, que no quieren hacer que la letra entre con sangre ni con sandía tampoco.

En otro titular todo parece estar bien: “Tres heridos dejan sendos accidentes”. Impecable. Luego amplía: “Tres personas resultaron heridas la mañana de ayer tras producirse sendos accidentes de tránsito en diferentes puntos de la ciudad”. ¡Inmejorable! Pero el gorrito nos descoloca y pronto advertimos que se refiere a dos percances solamente: un despiste y un atropello. Los contusionados tres: dos motociclistas y un pobre adulto mayor que no pudo apartarse. Las cuentas no salen, porque “sendos accidentes” (para tres heridos) serían tres y no dos, y la pobre gramática se desmaya de espanto. Debió decirse “Tres heridos en dos accidentes”.

Rufino José Cuervo advirtió que también en el siglo XIX se había perdido el valor distributivo de “sendos”, recogiendo casos en los que encumbrados escritores como Zorrilla escribían cosas como “un error muy sendo”, y en la prensa bogotana registraba frases como “me tomé sendos tragos”. En verdad no significa “descomunal” ni se aplica a cosas reiteradas, sino que con “elegancia y concisión”, comunica solo algo muy preciso: “uno cada uno”, “uno para cada uno”. El clérigo Larriva lo empleaba a inicios de nuestra vida republicana perfectamente bien, en unos versos barrocos por lo satírico que gustaba recordar Martín Adán:

“Hoy de los conventos
salgan las mulatas
con cajas, tambores
y sendas matracas”.

Sin duda nuestros mayores tuvieron una mejor formación gramatical y de esa suerte “sendos” recobró un poco el valor distributivo que tuvo desde el español clásico, como se declara en el Diccionario de Autoridades. Ahora nuevas revoluciones parecen traer al traste a un viejo componente de nuestra gramática, pero al menos los profesores estamos advertidos de que en la lengua de Cervantes, cuando se dice que “entraron dos viejos con sendos rosarios”, no es que sendos sean descomunales ni que tengan más cuentas de las de costumbre. Solo es uno cada uno. Los números son importantes, pero también el lenguaje.

El desconcierto de “sendos” se está extendiendo en todo el mundo hispánico en correlación directa con las debacles educativas. En otro lugar leemos: “sendos congresistas presentaron una ley”, cuando debe decirse: “los congresistas presentaron sendas leyes”, si es que cada uno presenta la suya, o que “presentaron juntos dicha ley”, si es que se tratara de una sola. En España tampoco las pintan mejores.

En definitiva, se manifiesta el injusto menosprecio en que se ha situado a la enseñanza de la gramática y la incompetencia que en este terreno comunicativo se encuentran muchos hablantes. Las reformas educativas insisten en enseñar “comunicación” y no pocos al paso evaden o ignoran supinamente lo que constituye la estructura de la comunicación misma, que es la gramática, que no es otra ni distinta al nivel discursivo o textual que al nivel oracional, pues el modo de funcionar de la lengua es siempre una misma gramática, que puede ser vista desde un ángulo más amplio (todo el discurso) o más estrecho (cada uno de los segmentos que la componen). No se puede entender la una sin la otra.

Si no enseñamos Gramática, como decía Manuel Seco, dejamos inermes a nuestros jóvenes: sin una orientación clara en este difícil mundo de palabras.

Docente.

Facultad de Humanidades.

Universidad de Piura.

Artículo publicado en el suplemento SEMANA, diario El Tiempo, domingo 9 de octubre de 2011.

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