28

Mar

2012

El libro de las paráfrasis de Xandóval

La poesía oriental ha tenido una presencia y una influencia importantes en la literatura peruana. Junto a nombres consagrados como González Prada o José María Eguren, destacan las paráfrasis que redactó de una manera personalísima el poeta Francisco Xandóval, quien trató de expresar en nuestro castellano el sentido poético de tradiciones culturales muy distantes pero […]

Por Carlos Arrizabalaga. 28 marzo, 2012.

La poesía oriental ha tenido una presencia y una influencia importantes en la literatura peruana. Junto a nombres consagrados como González Prada o José María Eguren, destacan las paráfrasis que redactó de una manera personalísima el poeta Francisco Xandóval, quien trató de expresar en nuestro castellano el sentido poético de tradiciones culturales muy distantes pero tan hondamente humanas.

Francisco Xandóval (Ascope, 1900-Trujillo, 1960) fue uno de los más jóvenes poetas del Grupo Norte, compañero y amigo cercano de César Vallejo, de Juan Espejo Asturrizaga, de Orrego, de Spelucín e Imaña; “nunca publicó mucho y siempre publicó bueno”, decía Martos, comentando en 1941 la aparición de Canciones de Maya, el único libro que publicó en vida. Un libro hoy rarísimo de encontrar, impreso en los talleres del diario El Tiempo con la disculpa del autor: “solo quiero ser grato”, y una dedicatoria al mejor y más querido de sus discípulos: Enrique García Saona. Como es bien sabido, Xandóval fue profesor del Colegio San Miguel desde 1935 hasta abril de 1943.

Los últimos años se incorporó a la bohemia de Trujillo y se incorporó al Colegio San Juan, así como enseñó también en el Renacimiento y en el Liceo, con colaboraciones literarias en La Industria. Un infarto le sobrevino cuando leía la vida de San Juan Bosco; le habían diagnosticado un cáncer en la laringe y en varios homenajes había podido despedirse de sus amigos. Desde muy joven fue un fumador infatigable.

El se describía a sí mismo de esta manera: “Escribió poco, pero sufrió demasiado, e hízose una profunda y dolorosa experiencia de las cosas y el corazón humano, la cual, sin embargo, mantiene en él, inalterable, la alegría de vivir.” En verdad siempre hubo en él un hondo sentimiento religioso y una sencilla confianza afianzada en la fe cristiana.

Teodoro Rivero Ayllón publicó los diarios de Xandóval (Mi Ananké (diario de Chimbote: 1924-1925). y Diario de Trujillo) y algunas de sus obras póstumas, como la versión definitiva de la “Elegía de la infancia abolida” (1955), o composiciones solo en parte publicadas en periódicos y revistas: “La maldición de Huatán” (1957) o Canción del retorno (1958), además de poemas tempranos de “La ronda taciturna” (1921), que integrarán sus antologías, la última publicada con motivo del cincuentenario de la muerte del poeta, en febrero de 2011 también por Rivero Ayllón; mientras que otras obras, como “Claudia Prócula” (1957), recreación en torno a la esposa de Poncio Pilatos, permanecen inéditas. También escribió Xandóval una novela: “Yana-Huáccar”, que trata sobre la vida del milagroso clérigo el deán Antonio de Saavedra y Leyva. Algunos amigos la publicaron en 1973, y también sus poemas tempranos en “Retornos” (1972). Falta hacer una edición completa de su poesía y un buen estudio de su obra.

En 1967, Rivera Ayllón publica de Xandóval, el “Libro de las paráfrasis” (reimpreso en 1995), que incluye versiones muy personales de poesía oriental, tomados de la selección y traducción al francés que hiciera Adolphe Thallassó en su “Anthologie de l’amour asiatique” (1907). Xandóval siempre tuvo un gran aprecio por el idioma francés que aprendió en el Seminario de san Carlos y san Marcelo con los ilustres religiosos franceses de San Vicente de Paúl (cuya influencia en la cultura norteña es más que estimable). El libro fue escrito entre 1949 y 1953 en su casa de la plaza del Recreo, en Trujillo (Calle Colón 525), aunque ya con anterioridad había escrito poemas que anunciaban su interés por lo oriental y por el mundo medieval, como su Romance del poeta persa, publicado en La Crónica de Lima, el domingo 28 de diciembre de 1941:

Por una calle de Persia
nueve centurias atrás
yo vi pasar una noche
a Omar Kayam.

Venía con cuatro mozas
de cabellos de azafrán
y grandes ojos pintados
a la manera oriental.

El hombre está borracho
de las viñas de Bagdag;
las cuatro mozas le amaban
por esa noche no más.

Las paráfrasis se reeditarán en 1995, pero no se han difundido lo que una obra así pudiera merecer. A los poemas Xandóval añade también agudos y hermosos comentarios de cada uno de los autores, que facilitan el acceso al lector al mundo que rodea el texto. No se trata de meras traducciones, sino de interpretaciones libres y exquisitamente bellas de poemas amorosos unos tristes y otros exultantes, todos envueltos en fragancias distantes y en los que no falta un toque de sereno erotismo.

Este libro concentra su misticismo así como su interés por el mundo oriental y por la universalidad esencial de la voz poética, en la órbita del exotismo y del ultramodernismo iniciado, como señalara Manuel Pantigoso, por González Prada (a cuyo cosmopolitismo atribuía Mariátegui, como a todo, una raíz política), y José María Eguren, el mismo que ahora continúa el poeta Marco Martos, como en las tres composiciones en que anima la voz del escritor japonés Yasunari Kawabata (premio Nobel en 1968): describe el brindis del novelista por la Danzarina de Izu, figura que da título a su obra primera. Suenan los timbres y las turbinas en la debacle de 1945 y la voz del poeta se despide de color amarillo, color de vino de arroz y espigas de cebada y de los ojos color miel de la mujer que alienta a continuar el camino de la vida, pero sabemos que el aeroplano se hundirá en la blanca espuma del océano, blancura que en la cultura japonesa es la muerte.

En Xandóval hay siempre un fino sentido poético y una voz original que, sin embargo, trata también de abrazar con la voz esos lejanos mundos culturales. El poema de la esposa fiel que llora una pena, del poeta chino Tchang Tsi (770 a 850 de la era actual), es un diamante contenido y lleno de sugerencias:

Sabéis que soy de otro,
Sin embargo me brindáis brillantes perlas.
Emocionada por vuestro persistente amor,
Las pongo en mi vestido de seda roja.
Mi situación se halla entre la de los pares del Imperio.
Mi marido lleva la lanza en el Palacio de la Claridad.
Vuestras intenciones son tan puras como el sol y la luna,
Pero yo he jurado ser fiel a mi esposo en vida y muerte.
Con lágrimas en los ojos os devuelvo vuestras perlas.
¡Que no os haya conocido soltera y joven!

El texto en francés, en renglones cortos, no tenía ritmo ni rima. El argentino Álvaro Yunque hizo esta magnífica traducción del poema en 1958. Aunque reconocía que dos traducciones era como mirar un paisaje al través de una doble niebla, quería de este modo contribuir al acercamiento espiritual entre el pueblo chino e Hispanoamérica. La versión de Xandóval, en cambio, no se limita a traducir el texto. En realidad es una expansión que alcanza los sesenta y seis versos, imaginando lo que el poema chino le sugiere. Transcribo el hermoso pasaje final:

En fin, señor, en las noches
de luna y de verde jade,
mis lágrimas y tus perlas
la mano divina engarce
como en un collar de sueños
imposibles… ¡Dios es grande!

Dos lágrimas de sus mejillas se entregan a los puros sentimientos de un gentil señor “honesto y grande” que le ofrece perlas; porque ella nada más puede dar: fiel a su esposo, no es dueña de su vida, pues le ha jurado “devoción, amor, silencio y obediencia”. Y ella hace honor a “los estandartes / con ibis, dragón y estrella” de su estirpe:

Y aún decora en Nankín

el Trono del Homenaje

la lanza gualda que luce

mi marido en los combates:

esa arma que en siete guerras

siete provincias cobrase

de manos de quien un día

regó el imperio con sangre.

La lanza en verdad no era decoración sino símbolo de gran nobleza, pero Xandóval convierte al esposo en un valiente guerrero siete veces vencedor de un maligno enemigo. Recoge también Xandóval las explicaciones de Thalassó respecto de este “ilustre sabio, estilista y poeta chino”, quien además de ocupar diversos cargos para el emperador, fue como Xandóval un educador de carrera larga y fructífera: “su nombre es signo de abnegación y sacrificio”. En su poesía destacaba “lo armonioso del conjunto” y la sencillez “en virtud de la cual puso al alcance de la gente humilde los sentimientos más probos de la alta clase social de su patria”.

¿Qué motiva a Xandoval para escribir estas paráfrasis tan personales? En un tiempo en que la originalidad se sitúa por encima de todo, parece despropósito. Los poemas en sí ya eran sensacionales, imposible mejorarlos. Pero tal vez hay una lección más en todo esto y es que fuera de referencias culturales y barreras idiomáticas existe una universalidad en el sentido de toda expresión poética que puede comunicarse hasta los más lejanos confines de la tierra.

Docente.

Facultad de Humanidades.

Universidad de Piura.

Artículo publicado en el suplemento SEMANA, diario El Tiempo, domingo 25 de marzo de 2012.

 

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