10

Ago

2020

En abril y mayo los precios de estas medicinas se dispararon. Ante ello, es correcto que las autoridades aseguren la provisión de dichos medicamentos, o su adquisición, a un precio justo.

Por Germán Vega. 10 agosto, 2020.

Desde inicios de junio, el Gobierno destinó un presupuesto importante a la compra de hidroxicloroquina e ivermectina, entre otras medicinas, como parte de su respuesta a la pandemia. Por otro lado, varias investigaciones científicas, publicadas en revistas de prestigio como “The Lancelet” o “Nature”, han encontrado que la hidroxicloroquina no genera ningún efecto positivo. De similar manera, diversas agencias gubernamentales de Canadá o EE. UU. no recomienda el uso de la ivermectina para prevenir o tratar la Covid-19. Entonces, ¿es acertada una política pública que promueve el uso masivo y sin supervisión médica de estos medicamentos?

No obstante, existe un lado positivo de todo esto. En abril y mayo los precios de estas medicinas se dispararon. Ante ello, es correcto que las autoridades aseguren la provisión de dichos medicamentos, o su adquisición, a un precio justo. Debemos recordar que hay una relación doctor-paciente, en la cual se pueden evaluar diversos tratamientos, dadas las circunstancias específicas.

Pero, vayamos a la evidencia. En un reciente estudio, un grupo de doctores del hospital Cayetano Heredia estiman que el nivel de saturación de ingreso del paciente al hospital era el factor que más incidía en la probabilidad de que el afectado salga adelante. Mientras mayor era el nivel de saturación, menos días necesitaba en UCI para recuperarse o menos probable era que fallezca. Los doctores concluyen que evitar la hipoxemia, el bajo nivel de oxígeno en la sangre, en pacientes de COVID-19 puede ayudar a salvar vidas.

¿Cómo se relaciona ello con la entrega masiva de medicamentos? Dejando de lado efectos secundarios que las medicinas puedan generar, esta política modifica el comportamiento de las personas. Al entregar una supuesta solución al problema, se da incentivos a las personas para que demoren su asistencia a un centro de salud, aumentando el riesgo de hipoxemia y, por ende, afectando las posibilidades reales de recuperación.

Por ello, es importante que las autoridades, tanto las del Gobierno Central como las locales, dejen de promocionar estas entregas y se centren en atender el problema de la hipoxemia. Por ejemplo, aumentar la capacidad física (camas) y humana (personal bien remunerado) de los hospitales. O asegurar la provisión de oxígeno en cada centro de salud.

Si ello se complementa con medidas de detección temprana del virus, como pruebas moleculares o rápidas, podríamos decir que la respuesta a la pandemia ha girado hacia una estrategia basada en la ciencia: sin ciencia, no hay futuro.

Este es un artículo de opinión. Las ideas y opiniones expresadas aquí son de responsabilidad del autor.

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