Compartimos este artículo de la magíster Marina Moreno, alumna de la Maestría en Matrimonio y Familia, ICF-UDEP, sobre el amor en matrimonio, el perdón mutuo y la reconciliación constantes para caminar en familia.

Por Instituto de Ciencias para la Familia. 06 octubre, 2020.

Las historias de amor siempre inician con un encuentro que se produce entre dos intimidades, la de un hombre y una mujer con nombres propios.

Muchas personas piensan que las historias más bonitas solo ocurren en los cuentos; pero, una cosa es la teoría y otra la práctica.

Las realidades humanas más relevantes, el matrimonio entre ellas, no basta comprenderlas con la razón; acarrean aspectos difíciles e insondables bondades, brisas y torbellinos que la fe puede apaciguar. Las luchas y caídas, que se transforman en triunfos, las hacen tan hermosas como reales.

El matrimonio interpela a sus protagonistas, los reta y los hace desarrollar su capacidad de reafirmar la exclusividad, la perpetuidad y la unión.

Cuando hace 25 años, mi esposo y yo decidimos unir nuestras vidas para siempre, no imaginamos la aventura en la que nos embarcábamos; aun así, emprendimos el viaje, fortalecidos por la novedad del amor mutuo.

Comprobamos que el sí acepto exige, al inicio, voluntad férrea y acrecentamiento en las virtudes. Confieso que cada vez que escucho estas palabras en una boda, la emoción me embarga hasta contener las lágrimas. Me recuerdan el compromiso de “amar más y mejor”, restaurando lo que haga falta, empezando por los defectos propios, no los del otro.

Nuestra historia, siendo única, tiene rasgos en común como tantas otras. Cumplimos nuestros primeros 25 años unidos en una sola carne. El perdón mutuo y la reconciliación constantes han iluminado los días grises y renovado nuestra vocación matrimonial.

Los dos, junto a nuestros hijos, somos testigos inigualables del estreno diario en favor del otro, cual eternos aprendices en el arte de amarnos como esposos, como amantes, como amigos y como hijos de Dios en esa entrega en el matrimonio.

Los casados sabemos que la vida conyugal no es sencilla y que la convivencia, algún día más que otro, cuesta; pero, que recorrer el camino de la vida entre dos nos pone en ventaja. La consigna es mirar en una misma dirección e ir al ritmo que convenga; a veces, a paso lento; otras, acelerando la marcha, pero siempre acompañándonos, ayudándonos y mejorándonos. No se trata de utopías ni de ensueños, sino de acciones y de proyectos que forman parte de la vida de dos que han optado por el nosotros como modus vivendi.

¿Nuestro secreto? Es reconocer que solos no podemos; por ello,  acudimos a Dios como sostén y como fuente de esperanza; sin Él no avanzamos. Por eso, en nuestra familia, somos Dios, nosotros y nuestros hijos; y allá vamos: por 25 años más.

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