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  • Discurso de Apertura 2017

 

Dr. Sergio Balarezo Saldaña


Rector de la Universidad de Piura (2012-2018)


Discurso emitido en:
Piura, 21/04/2017
Lima, 19/04/2017

Apertura del Año Académico 2017

 
Excelentísimo Vice Gran Canciller de la Universidad, P. Emilio Arizmendi;

Dignas autoridades académicas, querido claustro de profesores.

Doctor Juan Manuel Mora García de Lomas, vicerrector de Comunicación de la Universidad de Navarra.

Señores y señoras:

 

Situación actual y diagnóstico

Estamos a punto de inaugurar el cuadragésimo octavo Año académico de nuestra Universidad, en un 2017 que es particularmente difícil. Diversas regiones del país atraviesan una situación crítica debido a los fenómenos climáticos, por todos conocidos.

 

La experiencia dolorosa por la que hemos pasado, y cuyos estragos viven aún miles de peruanos nos ha mostrado lo difícil que es reaccionar con eficacia ante situaciones de esta índole, en las que la falta de previsión para atender a los problemas nos juega en contra y nos exige un examen de conciencia, una revisión y hasta un mea culpa.

 

La respuesta inmediata

Sin embargo, en medio de la tragedia que nos ha golpeado, hemos visto una gran movilización de distintas instancias de la sociedad peruana, respondiendo a una población damnificada que nos pedía un apoyo urgente y eficaz. Nuestra comunidad universitaria se organizó rápidamente a través de la Campaña “Todos Somos Piura”, en la cual han trabajado incansablemente durante varias semanas muchos de nuestros profesores, alumnos, personal administrativo y de soporte, tanto de Lima como de Piura.

 

Hay muchas historias desconocidas y propias de hombres y mujeres que desean permanecer en el anonimato. A cada uno de los que han sabido apoyar y siguen apoyando, muchas gracias. Gracias porque la Universidad de Piura se manifiesta fundamentalmente en esos actores silenciosos, que forman parte de ella y que, con su talante humano, con su generosidad, han sabido representarnos. Son estas circunstancias extraordinarias las que ponen a prueba nuestro espíritu solidario.

 

La respuesta institucional desde la misión de la Udep

Pero ante esta coyuntura, no basta con una respuesta inmediata para ayudar con lo urgente; también es importante reflexionar acerca del rol que la universidad debe cumplir en estas circunstancias. Por ello, podemos decir que el 2017 nos plantea de modo especial un doble reto: (1) trabajar con dedicación y esfuerzo para reconstruir nuestro entorno llenos de optimismo y esperanza; y (2) poner al servicio de la sociedad, de un modo exclusivamente interesado en la reconstrucción de nuestro país, nuestra investigación científica, como respuesta seria para los problemas de la región.

 

Ambos retos nos invitan a mirar en primera persona la misión principal de nuestra Universidad: la búsqueda de la verdad y la formación integral de estudiantes y profesores fundamentada en una visión cristiana del hombre. La Universidad asumió esta misión desde sus orígenes y la persigue con más ahínco y sin vacilaciones también ahora, en tiempos difíciles.

 

Esta misión prioritaria está vinculada a nuestro entorno más cercano, formando profesionales que entienden que su trabajo bien realizado repercute en los demás; y buscando que nuestra investigación, alineada a los objetivos institucionales, identifique y plantee soluciones para el desarrollo de los peruanos.

 

Hoy se requiere magnanimidad para sacar adelante un año académico en medio de un contexto adverso, especialmente en Piura, tanto por el tiempo como por la situación delicada de varios miembros de nuestra comunidad universitaria. Ante estos retos, hoy se requiere fortaleza, solidaridad y unidad. Sabemos que el primer ejemplo de solidaridad lo brindarán ustedes para cumplir con los objetivos trazados este año.

 

Unidad en la diversidad: una exigencia de gobierno

Para alcanzar con éxito este objetivo, hace falta integrar lo diverso. Como se ha visto en las recientes tareas de apoyo y voluntariado, es necesario orquestar todo el talento para garantizar un servicio eficiente Por tanto, es indispensable que el aporte de cada uno de nosotros se alinee con los objetivos de la universidad.

 

En la Universidad de Piura, integrar la diversidad en la unidad significa, por ejemplo, ser creativos e innovadores en nuestras tareas con el fin de dar la mejor  formación universitaria, adaptándonos a las nuevas realidades y a circunstancias incluso adversas como las recientemente vividas; aunar esfuerzos en los proyectos e investigaciones con el fin de contribuir de la mejor manera al desarrollo de nuestro entorno más próximo y a la sociedad en general, generando una convivencia culta que vaya más allá de nuestras diferencias personales, con apertura de mente y corazón, para enriquecer puntos de vista y generar nuevas ideas. Alcanzar estos objetivos requiere establecer criterios y un mínimo de sistemas de medición y organización del trabajo, los cuales no se centran en una simple valoración de costo/beneficio económico de las acciones, sino principalmente en el valor de la contribución que generan al crecimiento personal, profesional e institucional y que se verá reflejado en el cumplimiento fiel de la misión.

 

 

Diálogo abierto al mundo y al entorno cercano

Nuestro país necesita, más que nunca, de las personas más preparadas profesional y humanamente. Por este motivo, las universidades deben ser ejes de diálogo, abiertas a los problemas del entorno próximo y también general. Cada uno, desde su campo de investigación, desde su docencia, desde su trabajo cotidiano, debe dialogar con el entorno y no ser ajeno a los problemas del prójimo. Esta es una actitud universitaria y cristiana.

 

El primer paso para el buen diálogo es la escucha, por ello, debemos estar atentos a nuestro alrededor y asumir que nuestra ciencia está al servicio de los demás.  Este diálogo se debe dar en las dos tareas básicas del docente universitario: en la investigación y en la docencia.

 

El aporte del profesor universitario: su investigación

El quehacer universitario que busca impactar en el entorno, debe materializarse en propuestas integrales, que contemplen los últimos hallazgos realizados en los diversos campos científicos. En este sentido, la Universidad de Piura se ha propuesto conformar un Grupo Interdisciplinar del Fenómeno El Niño. El objetivo de este equipo será colaborar con propuestas viables para la reconstrucción de Piura, y su mejora para el largo plazo. Afrontamos este fenómeno climático como una oportunidad y no necesariamente como una amenaza. Este grupo estará integrado por investigadores de primer nivel de las diferentes facultades, y tendrá como misión ayudar a detectar la causa de los problemas y proponer soluciones que contemplen el bienestar ciudadano sostenible. Con esto esperamos poner nuestro granito de arena, nuestro aporte académico para el bien común, sin más interés que el servicio.

 

Si bien el Perú ha tenido un repunte económico durante las últimas décadas, numerosas provincias del Perú, incluida Lima, no han estado preparadas para los fenómenos de la naturaleza. En la agenda nacional han aparecido nuevamente la pobreza extrema, la informalidad, los problemas de salud pública, entre otros temas. Son estos contextos críticos los que nos empujan a repensar el rumbo, recordando que nuestra investigación está al servicio de seres humanos concretos que desean una mejor calidad de vida.

 

Aunque existen muchas aristas y enfoques para materializar cómo la investigación universitaria puede contribuir a mejorar la sociedad, hay una constante que da sentido a este trabajo: la persona y su dignidad. Esta reflexión, bajo ningún sentido, debe ser un slogan o un recurso retórico carente de fondo. El dramatismo que han vivido miles de peruanos nos debe interpelar en primera persona. Es un llamado intelectual y moral para apostar por una investigación que sea fuente de las mejores soluciones. Y un llamado, también, para comprometernos con una formación profesional de excelencia; humana sí, y por eso mismo muy exigente.

 

La etapa de la reconstrucción es una exigencia evidente en ciudades como Piura, pero Lima no es ajena, ni puede serlo. El gobierno central debe articular la diversidad del país, actuando no solo con criterio técnico, sino tomando en cuenta la dimensión social de sus decisiones. Así, la unidad de la nación será posible si entendemos que la descentralización no es únicamente una parcelación administrativa del poder. Que se mire al país en su conjunto es algo que esperamos todos los peruanos del proceso descentralizador. Para ello, necesitamos de los mejores profesionales, con ambición de actualizar sus conocimientos constantemente, y con alta sensibilidad humana, capaces de analizar el costo social de sus decisiones.

 

El aporte del profesor universitario y su docencia

La mejora de nuestra sociedad va más allá de la elaboración de propuestas concretas. Junto a una alta capacidad técnica, los profesores debemos impactar en los diferentes ámbitos de la cultura. Con nuestros colegas, alumnos, directivos, y compañeros de trabajo tenemos que buscar esa convivencia culta, cargada de valores, e inspirada por la fe cristiana. Nuestra conducta será siempre referente para las personas que formamos; de allí que nuestra responsabilidad sea muy alta, más cuando el país nos reclama profesionalidad y humanidad.

 

Tenemos entre manos al activo más preciado del futuro del Perú: los jóvenes. Por eso es importante destacar que la vida verdaderamente universitaria no es ajena a las virtudes que deben cimentar el tejido social: la transparencia, la laboriosidad, la confianza, la amistad, la sinceridad, la justicia, la exigencia, la constancia, el crecimiento intelectual, el desarrollo personal, la lealtad, la solidaridad. Que nuestra docencia se vea empapada de estos valores, no como algo impuesto, sino como el brotar natural de nuestra misión, es la condición necesaria para formar profesionales de primer nivel que se distingan no sólo por su trabajo bien hecho, sino porque lo realizan honestamente y con espíritu de servicio.

 

Este espíritu de servicio nos hace recordar que la tarea del profesor universitario está cargada de generosidad. Los verdaderos profesionales no son fruto de lo enseñado sino de lo aprendido. Esto, que podría parecer más un juego de palabras, guarda una gran verdad, en la medida en que comprendemos que formar a una persona no es “aprender algo” sino aprender “de alguien”. Cuando se aprende “de alguien” ya no solo existe un profesor que transmite conocimientos, sino que abre horizontes al crecimiento personal donde ganan tanto el aprendiz como el maestro. Cuando hay preocupación no solo por la mente, sino por la persona en su totalidad, se mira la educación de modo distinto: ya no como una transmisión de ciencia, sino como una actividad profundamente humana para que “el otro” mejore en toda su plenitud. Este modo de entender nuestro trabajo no es nuevo, forma parte de la tradición universitaria desde su nacimiento.

 

Comunidad universitaria de inspiración cristiana

La tarea formativa está directamente relacionada con la misión de servir, y el perfeccionamiento constante de tres dimensiones en nuestro trabajo: saber hacer, valorar lo que se hace, y amar lo que se hace. Sin la búsqueda de la excelencia, el espíritu de servicio se convierte en una frase sin contenido, en una promesa vacía. En la Universidad de Piura el espíritu de servicio debe ser uno de los motores que nos lleve a ser una universidad de talla mundial.

 

La búsqueda de la excelencia debe estar acompañada por la caridad en cada una de nuestras acciones. Esta virtud alumbrará no solo el afán de formar la mente de nuestros estudiantes, sino también el modo de ver a las personas. Para nuestro tiempo, para nuestro país, es imperativo mirar integralmente a la persona. Nuestra sociedad nos reclama entender que detrás de cada público, consumidor, cliente, o votante, hay personas que sufren cuando alguien no hace bien su trabajo.

 

 

Una mirada al futuro con esperanza y optimismo

Los retos que ha puesto sobre el tapete “el niño costero” no son nuevos para la Universidad. Pero sí nos han ofrecido una oportunidad única: la de plasmar en la emergencia que hemos vivido lo que debe ser la vocación del Perú… Unir Lima y la provincia, mirar desde Lima al resto del país, abrirse a la realidad fuera de Lima que nos diferencia pero también nos une. “La mediocridad, decía Chesterton, consiste en estar delante de la grandeza y no darse cuenta”. Esta aparente desgracia vivida en las semanas pasadas nos debe dejar una gran enseñanza: que el Perú es un todo y que cada una de sus regiones es tan única como sus personas. Démonos cuenta de esta grandeza para no caer en la mediocridad.

 

Nuestro fundador, san Josemaría, nos insistió desde el primer momento en que una Universidad no puede vivir de espaldas a ninguna incertidumbre del hombre y de la sociedad. Hoy estas palabras resuenan más que nunca y deben ser un incentivo para cada uno de nosotros. Incentivo que nos llena de esperanza y de optimismo.

Los ejemplos de alegría y unidad dados por Mons. Javier Echevarría, quien fuera Gran canciller de nuestra Universidad hasta su partida al cielo en diciembre, son parte de nuestra inspiración y referencia. En las dos ocasiones que visitó la Universidad, nos dejó un mensaje de optimismo y esperanza instándonos a no conformarnos con lo que ya hacemos sino a ir por más. En su visita del 2010 por ejemplo, dijo, en relación a la importancia de nuestra labor de educadores: “hagan de cuenta que manejan las inteligencias de las personas para que rindan en servicio a la humanidad y, sobre todo, servicio a la Iglesia. Poned mucho empeño en que de aquí salgan mujeres y hombres que sean muy responsables, y que tengan el afán de servir, en primer lugar, a la sociedad peruana. Si son de otros países, que vayan a su tierra con todo lo que han aprendido aquí, de manera que este lugar sea un auténtico semillero de formación y de formadores;  y auténtico semillero, también, de vida cristiana y coherente”.

En enero, tras ser designado Gran Canciller, las primeras palabras de Mons. Fernando Ocáriz fueron un llamado a vivir con alegría y esperanza. En una entrevista reciente, ha asegurado que aunque “son tiempos de inseguridad y, a la vez, de deseo de cambio; de alejamiento de Dios y de “saudades” de Dios; de tristeza y cansancio, son también tiempos de nostalgia de bien; de temor a los conflictos, junto con un gran deseo de paz. Son los tiempos que nos toca vivir, y son tiempos para abrirnos a la acción de Dios”.

Asimismo, ha valorado mucho la diversidad y la unidad expresando: “Unidad y diversidad no se oponen; el opuesto de unidad es división (…) La unidad en la diversidad es precisamente comunión, que supone un enriquecimiento notable para la Iglesia”.

Confiamos en que la diversidad, que enriquece también la vida universitaria y la de todas las organizaciones, sea encauzada por la unidad. Solo unidos a nuestra misión e ideario podremos encontrar soluciones integrales para los principales problemas que aquejan a nuestro país. Así, junto a la búsqueda de la excelencia profesional y la formación humana, podremos contribuir al ansiado desarrollo sostenible.

Declaro inaugurado el año Académico 2017.

¡Muchas gracias!

 

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